La “potencia” del estado
I. La división de lo político Hasta hace poquito más de década creíamos fervientemente en aquello de que la política era una esfera relativamente separada de la praxis en su conjunto. Algo así como su culminación positiva. Aquello que re-totalizaba y ennoblecía al conjunto en superación de sí mismo. Situados en un momento aplazado de esa auto-superación, trabado por una pluralidad de injusticias y bloqueos, así como por una multiplicidad de divisiones anacrónicas que debíamos enfrentar. La política se nos aparecía como restitución/creación de un proceso de reconciliación virtuosa por alcanzar en el espacio de un antagonismo por dar contenido a una nación refundada. Todo lo cual implicaba, como mínimo, el control efectivo del estado, como el más relevante de sus dispositivos. Es decir: el manejo, al menos provisorio de la instancia del poder cristalizado. Algo sucedió, sin embargo, en nuestras cabezas adolescentes. La experiencia de un estado nacional gestionado