Entrevista a Sergio Lipstein

 “Somos seres de la ley y del lenguaje, y tenemos que auspiciar una y otra vez el poder emancipador de esta constatación”

Sergio Lipstein (Bahía Blanca, 1971) es psicoanalista e investigador incansable de las subjetividades contemporáneas; miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) y docente en la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL). Es coautor de libros como Efectos no deseados del psicoanálisis (Plural, 2003), Deseo, matema y politema en Lacan (Anáfora, 2006), Cuando un hombre ama a una mujer: una abordaje a lo imposible  (Plural, 2009).


Lobo: ¿Cómo interpretás la hiper-circulación de enunciados políticos de estos últimos dos años?
Sergio Lipstein: Siempre que la palabra aparece en escena algo bueno puede ocurrir. Pero estamos forzados a distinguir el goce mismo de la palabra en un sentido puramente ideológico o puramente mercantil (lo que Lacan llamó el Discurso del Amo y que hoy encarnan los grandes medios de comunicación) de otros usos que en la actualidad vemos, lentamente, aparecer. De a poco, vemos resurgir la argumentación, la creación de razonamientos implicados, el uso de un lenguaje que no reproduce sentidos dados, sino que intenta trabajar el síntoma social, que se hace cargo de las rupturas, de los vacíos y de los desplazamientos en torno a los cuales podemos hablar de lo político. Porque lo político es, antes que nada, discontinuidad de las significaciones. Un claro ejemplo de esto es el discurso del gobierno con el tema de los Derechos Humanos. Por un lado, luego de décadas de hipocresía, la palabra oficial se reviste de una responsabilidad y pasa al acto. Vemos cómo esta dinámica se extiende hasta implicar, incluso, al desesnmascaramiento del pacto perverso apropiador-apropiado en el caso de la señora de Noble. Pero hay que señalar que esta posibilidad de enunciación política se genera a partir de la novedad de ciertos movimientos colectivos que han asumido la importancia de la palabra.
Lobo: ¿Qué rebela, desde tu perspectiva, este resurgimiento de lo discursivo a nivel del lazo social?
SL: Como sabemos, el lazo social no existe. Sobre el vacío de lo real, inventamos vínculos. La idea de que hay un lazo social, una objetividad natural, es completamente reaccionaria: es la posición del poder, del capital contemporáneo. La política es el movimiento de subvertir ideas y representaciones, en pos de una libertad subjetiva más plena. Por eso, me interesa ampliar las consideraciones específicamente políticas al campo más amplio de lo “social”, allí donde más hondo ha calado el ideal del “todo es posible”, allí donde se constituye ese individuo hedonista impotentizado en sus deseos. Cuando Marx habla de fetichismo de la mercancía resulta más actual que nunca. No invento nada si afirmo que no podemos desconocer el papel de la angustia en la constitución del llamado “lazo social”. Argentina es uno de los países que más ansiolíticos y antidepresivos consume. La oscilación subjetiva que este consumo supone (el llamado “circuito cerrado ansiedad-depresión-ansiedad”), que queda privatizado en la relación médico-paciente, revela síntomas que no pueden no inquietarnos.       
Lobo: ¿Se puede hablar, como hacés habitualmente, de  un retorno de lo simbólico estallado luego del 2001?
La crisis del 2001 fue, ante todo, crisis de las representaciones. No sólo en un sentido estrictamente político, es decir, de adecuación del representante en relación al mandato que otorga al representado, según el supuesto de fondo de la democracia llamada –precisamente- representativa. Fue, también, crisis de la disposición de representaciones colectivas consistentes. Fue un auténtico estallido expresado en la consigna, imposible, “que se vayan todos”. Se habla de crisis, pero esta crisis hay que entenderla como desborde y deseo de salvación. Luego de la revolución frustrada de los años setentas y de la dictadura, hay una disolución del lazo entre salvación y violencia y, por tanto, entre política resistente y violencia. La Argentina de hoy es incomprensible sin este tono de salvación desesperada –esa que anima tanto el consumo de pastillas como de paco-, tono que tiñe, incluso, a los momentos festivos. No obstante, ya lo dijo Lacan: lo esencial es la reconstrucción, se trata menos de recordar que de reescribir la historia. Lo fundamental no es tanto qué se jugó en esa crisis sino cómo la reescribimos en función de nuestro presente. En ese sentido, el “retorno” de lo simbólico sobre el que preguntabas al comienzo es una posibilidad que tenemos que valorar seriamente. Cuando digo “retorno de lo simbólico” entiendo una reposición de la ley en términos productivos. Contra lo que cree cierto “deleuzianismo” ambiente, cierto anarquismo proliferante aquí y allá, la resistencia no se hace contra la Ley, sino contra sus efectos represivos. Dicho de otro modo: la ley es necesaria. Organiza y opera como condición de posibilidad de la significación. Somos seres de la Ley y del lenguaje, y tenemos que auspiciar una y otra vez el poder emancipador de esta constatación. La posibilidad de instituir al Estado nacional como lugar democrático de intervención implica un corte con el puro “flujo” de un mercado que deshace la capacidad de pensar. 
Lobo: ¿Cómo explicás, luego de un momento de tensión y distanciamiento, la actual reconstitución del vínculo entre gobierno y clase media?
SL: No estoy muy seguro de que las cosas hayan pasado así. Creo que, sobre todo, hubo una reacción ante la aparición de una derecha terrorífica, durante el largo conflicto del 2008 en torno a las retenciones a la exportación de granos. El manejo pésimo del gobierno en este tema es considerado, por mucho de nosotros, como un mal muy menor ante esta vuelta amenazante de la barbarie capitalista. Esa gente no tenía cómo organizar sus ideas de modo colectivo, porque el kirchnerismo nunca se preocupó seriamente por organizar la transversalidad. Y, entonces, ocurrió algo asombroso. No, como dicen los encuestadores, que una parte de la gente pasó a pensar de otro modo porque la televisión pública desarrolló una estrategia comunicativa exitosa. Sino, lo contrario: la televisión se convirtió en ese agora que el propio gobierno venía desdeñando. La efectividad de lo mediático sorprendió a propios y a extraños. El desafío ahora es como convertir todo esto en razonamiento público más extenso. 
Lobo: Sí, compartimos la importancia de que la palabra vuelva a escena, pero, por ejemplo, con la reciente aprobación del derecho al matrimonio homosexual, ¿no había posibilidad de plantear discusiones de fondo sin tener que seguir obedeciendo a esta pobreza de la polarización?
SL: Es posible. Hasta cierto punto, toda esta fiesta de la diferencia a la que hemos asistido (y que hemos apoyado por razones extremadamente elementales), sin embargo, me deja un gusto amargo en la boca. A diferencia de la secuencia de leyes que aprobó el parlamento luego de la derrota de junio del 2008 (Nacionalización de los fondos de las AFJP, Ley de medios audiovisuales, Asignación universal por hijo), el gobierno ha decidido bajar la conflictividad en las áreas de los llamados intereses materiales para pasar a promover una fiesta de la identidad: primero el Bicentenario, encadenado al mundial, y ahora esto. En este sentido, creo que es importante insistir con ligar los problemas atinentes a la subjetividad con aquellos que afectan a la economía política.  
Lobo: Según un artículo de Horacio Tintorelli, de la Asamblea de Pensamiento Marxista, que publicamos en Lobo Suelto recientemente, asistimos a una repolitización enteramente fundada en  una lógica del aumento de consumo…
SL: Sí, me parece interesante la idea. Liga un poco con lo que decía de la angustia, y con cierto uso meramente ideológico de la lengua política, sostenida en el vínculo aceitado con la mercancía. Es evidente que esta es una parte fundamental del momento. De acuerdo, pero no hay que perder de vista que en la fase neoliberal pura la condena de una parte muy significativa de la población a la restricción del consumo no implicó una pérdida de deseo en el objeto-mercancía sino su exacerbación violenta.
Lobo: ¿Cómo ves el uso de conceptos Lacan en la filosofía política y la postulación de “izquierda lacaniana”?
SL: Desde mi punto de vista, el discurso político actual se beneficiaría enormemente con la dupla Lacan-Marx, desde una óptica de la trama nacional-popular capaz de realizar todas las traducciones necesarias. Existen hoy exponentes muy importantes en Europa como Badiou, Zizek y Milner, pero también en Argentina como Laclau y Alemán, de esta relación entre teoría lacaniana y pensamiento político. Sin embargo, estoy convencido de que el pensamiento de Lacan es inseparable de la clínica. Y de una ética. Creo que aún no nos hemos beneficiado lo suficiente de sus enseñanzas.