La fábrica del hombre endeudado*
por Maurizio Lazzarato
En
Europa, como en otras regiones del mundo, la lucha de clases se despliega y se
concentra hoy en torno a la deuda. La crisis de la deuda alcanza en la
actualidad a los Estados Unidos y al mundo anglosajón, que no sólo son los
países desde donde ha nacido la última debacle financiera sino también -y sobre
todo- el sitio donde el propio neoliberalismo fue concebido.
La
relación acreedor/deudor pasa a ser, por lo tanto, el foco de nuestra
observación. En torno a ella se intensifican los mecanismos de explotación y
dominio de manera transversal, sin que pueda hacerse diferencia entre
trabajadores y desocupados, consumidores y productores, activos e inactivos,
jubilados y beneficiarios de la renta mínima. Todos son deudores culpables y
responsables frente al Capital, que se manifiesta como el gran Dios acreedor
universal. Uno de los mayores mecanismos políticos del neoliberalismo, tal como
lo devela sin ambigüedad la “crisis” actual, es la propiedad, en el sentido de
que la relación acreedor/deudor devela una relación de fuerzas entre
propietarios (del capital) y los no propietarios (del capital). La deuda
pública tiene a toda la sociedad endeudada, lo cual exacerba las
“desigualdades”, o lo que ha llegado el momento de llamar “diferencias de
clase”.
Las
ilusiones económicas y políticas de estos últimos cuarenta años caen una tras
otra. La new economy, la sociedad de la información, la sociedad del conocimiento,
se diluyen en la economía de la deuda. En estas democracias que han triunfado
sobre el comunismo, muy poca gente (algunos funcionarios del FMI, de Europa y
de la Banca Central
Europea, así como algunos políticos) deciden por todos, según los intereses de
una minoría. La inmensa mayoría de los europeos se encuentra triplemente
despojada por la economía de la deuda: despojada del poder político (a todas
luces débil); despojada de buena parte de la riqueza que las luchas pasadas
habían arrancado a la acumulación capitalista; y despojada sobre todo del
porvenir, es decir del tiempo, como decisión, como elección, como posible.
La
sucesión de crisis financieras ha hecho emerger violentamente una figura
subjetiva que estuvo presente con anterioridad pero que se extiende ahora al
conjunto del espacio público: la figura del “Hombre Endeudado”. Aquellos logros
individuales que el neoliberalismo había prometido (“todos accionistas, todos
propietarios, todos emprendedores”) nos precipitan hacia la condición
existencial de este hombre endeudado, responsable y culpable de su propia
suerte.
Tras
la crisis financiera que estalló con la burbuja de internet, el capitalismo
abandonó los relatos épicos que tenían como protagonistas a “personajes
conceptuales” como el emprendedor, los creativos, el trabajador independiente
“orgulloso de ser su propio patrón”, quienes mientras perseguían sus intereses
personales estaban trabajando por el bien de todos. La implicación, la
movilización subjetiva, y el trabajo sobre sí mismo, preconizados por el
management desde los años ochenta, se reconvirtieron en una suerte de ley que
transfiere a estos mismos actores los costos y los riesgos de la catástrofe
económica y financiera. La población debe encargarse de todo aquello que las empresas
y el Estado de bienestar “externalizan” hacia la sociedad, empezando por la
deuda.
Para
las patronales, los medios, los hombres políticos y los expertos, las causas de
la situación no deben buscarse en las políticas monetarias y fiscales adoptadas,
que ocultan el déficit operando una transferencia masiva de riqueza hacia los
más ricos y las corporaciones, ni en la sucesión de crisis financieras que
habían virtualmente desaparecido en los Gloriosos Treinta (N de T: se refiere a
los 30 años de crecimiento ininterrumpido en Europa occidental tras el Plan
Marshall), y que se replican despojando ferozmente de grandes sumas de dinero a
la población para evitar lo que ellos llaman una crisis “sistémica”. Para estos
amnésicos, las verdaderas causas de las crisis a repetición residen en las
exigencias excesivas de los gobernados (especialmente los del sur de Europa),
que quieren vivir como la cigarra, y en la corrupción de las elites (que en
realidad siempre han jugado este rol en la división internacional del trabajo y
del dominio).
El
bloque de poder neoliberal no puede ni quiere “regular los excesos” de las
finanzas, porque su proyecto político optó siempre por el mismo tipo de
decisiones que derivaron en la última crisis financiera. Chantajeando con el
fantasma de la caída de las deudas soberanas, busca llevar al límite aquel
programa suyo que data de los años setenta: reducir al mínimo nivel los
salarios, cortar los servicios sociales, que el Estado Benefactor se ocupe de
los nuevos “necesitados” (las empresas y los ricos) y privatizar absolutamente
todo.
Por
nuestra parte, nosotros carecemos de instrumentos teóricos, de conceptos y
enunciados para analizar no sólo las finanzas sino también la economía de la
deuda, que las comprende y las desborda, así como a su política de
sometimiento. En este libro intentaremos desplegar la relación acreedor/deudor
a la luz de El anti-Edipo de Deleuze y Guattari. Publicado en 1972,
aquel libro anticipó teóricamente los desplazamientos que el capital operaría
más adelante. Y hoy nos permite, a través de una lectura de La genealogía de
la moral de Nietszche y de la teoría marxiana de la moneda, reactivar dos
hipótesis.
En
primer lugar, la idea de que lo social no se constituye por el intercambio
(económico y/o simbólico), sino por el crédito. En la base de la relación
social no existe una paridad (de intercambio), sino que hay más bien una
asimetría deuda/crédito, que precede histórica y teóricamente a la dinámica de
la producción y al trabajo asalariado.
En
segundo lugar, la hipótesis según la cual la deuda es una relación económica
inseparable de la producción del sujeto deudor y de su moralidad. La economía
de la deuda duplica al trabajo en el sentido clásico del término, impone un
“trabajo sobre sí”, de modo tal que la economía y la ética funcionan
conjuntamente. El concepto contemporáneo de “economía” encierra al mismo tiempo
la producción económica y la producción de subjetividad. Las categorías
clásicas de la secuencia revolucionaria de los siglos XIX y XX –el trabajo, lo
social y lo político- resultan así atravesadas por la deuda, y ampliamente
redefinidas por ella.
Es
por lo tanto necesario aventurarse en territorio enemigo y analizar la economía
de la deuda y de la producción del hombre endeudado, para intentar construir
armas que nos sirvan para llevar adelante los combates que se anuncian. Ya que
la crisis lejos de terminar podría expandirse.
*
Este texto es la
Introducción al libro La fabrique de l’homme endetté,
essai sur la condition néolibérale. Traducción: Mirta Fabre y Darío
Bursztyn.