Tem Esculacho Popular No Brasil

(Hay Escrache Popular en el Brasil)

por Salvador para Lobo Suelto!


Los responsables de la dictadura pasean por la playa de Copacabana en Río de Janeiro o ven televisión en su living de São Paulo. Una ley de amnistía impide investigar. La elección de Dilma, que fue presa y torturada durante la dictadura, está movilizando el tema. Pero no por acciones desde el gobierno. Como con el fin de la esclavitud, de la monarquía y de la dictadura, siempre se dice que el Brasil tiene transiciones lentas. Dría impunes, más bien. Aún hoy es monstruoso el peso político del PMDB, partido cómplice de la dictadura (como oposición “legalizada” en el congreso). El partido de Sarney (desde el 80 presidente del Senado) es principal aliado en el congreso del Partido de los Trabajadores, con varios ministerios, cargos en empresas públicas y la vicepresidencia. Hace unos meses se dio lugar a una Comisión de la Verdad, pero sus miembros no fueron nombrados por el recurso de un partido de derecha que solicitó “miembros neutrales”.


El movimiento viene más bien desde las calles. El 1 de abril, aniversario del golpe de 1964, por primera vez hubo escrache en el acto de conmemoración que todos los años se hace en el círculo militar de Río de Janeiro. Hubo pintura roja y proyección de imágenes en la fachada. La división especial de la policía –estrella en películas y orgullo de los cariocas en la “pacificación” de favelas para las olimpiadas y el mundial– reprimió. En São Paulo hubo ya al menos tres escraches, el último contra un médico legista que firmaba informes de falsos suicidios para esconder asesinatos.

Acá algunos videos y noticias sobre los primeros esculachos o escrachos del Brasil:





y traducimos abajo una columna de Vladimir Safatle, filósofo de la USP publicada en el diario Folha de São Paulo. En Brasil también, si no hay justicia…


Honrar el país (publicado el 10 de abril de 2012)




Esos que hoy desafían la mudez del olvido y dicen, en voz alta, donde viven los que entraron por los recovecos de la dictadura brasilera para torturar, violar, asesinar, secuestrar y esconder cadáveres honran al país.


Cuando la dictadura extorsionó una amnistía votada en un Congreso sumiso y preñado de senadores “biónicos” [elegidos a dedo por el poder ejecutivo], rápidamente afirmaría que se trataba del resultado de un “amplio debate nacional”. Intentaba, con esto, esconder que el resultado de la votación de la Ley de Amnistía había sido sólo 206 votos a favor (todos del partido ARENA) y 201 contrarios (del MDB). O sea, los números demostraban una peculiar concepción de “debate” en el cual el vencedor no negocia, y simplemente impone.
Después de este señuelo, los torturadores creyeron poder dormir en paz, sin el riesgo de despertarse con los gritos indignados de la execración pública y la vergüenza. Ellos crearon un “vocabulario de la desmovilización”, que siempre era pronunciado cuando exigencias de justicia se volvían a hacer oír.


“Revanchismo”, “lucha contra la amenaza comunista”, “guerra contra terroristas” fueron palabras repetidas por 30 años con la esperanza de que la generación post-dictadura matara una vez más a los que murieron luchando contra el totalitarismo. Matara con las manos pesadas del olvido.


Pero he aquí que estos que nacieron después del fin de la dictadura ahora van a las calles para dar nombre a los que intentaron esconder sus crímenes en la sombra tranquila del anonimato.


Al rechazar el pacto de silencio y decir donde viven y trabajan los antiguos agentes de la dictadura, ellos dejaron un mensaje claro. Se trata de decir que tales individuos pueden hasta llegar a escapar del Poder Judicial, lo que no es muy difícil en un país que mostró, la semana pasada, como hasta quien abusa sexualmente de niños de 12 años no es castigado. Sin embargo, ellos no escaparán del desprecio público.


Esos jóvenes que apuntan el dedo para los agentes de la dictadura, diciendo sus nombres en las calles, honran el país por mostrar de donde viene la verdadera justicia. Ella no viene de un Ejecutivo tibio, de un Judicial cínico y de un Legislativo con olor a mercado persa. Ella viene de los que dicen que nada nos hará perdonar a esos que ni siquiera tuvieron la dignidad de pedir perdón.


Si el futuro que nos venden es este en que torturadores andan tranquilamente por las calles y generales escupen impunemente en la historia al llamar sus crímenes de “revolución”, entonces tengamos el coraje de decir que este futuro no es para nosotros.
Este país no es nuestro país, sino apenas una monstruosidad que pronto recibirá el desprecio del resto del mundo. En este momento, quien honra al verdadero Brasil es esta minoría que dice no al olvido. Esta minoría numérica es nuestra mayoría moral.

Ver texto original: http://www.vermelho.org.br/noticia.php?id_noticia=180304&id_secao=1