La vuelta de la política

por Oscar Monti


"Como muy bien sabemos el Estado no tiene entrañas, y no simplemente en el sentido de que no tenga sentimientos, ni buenos ni malos, sino que no tiene entrañas en el sentido de que no tiene interior. El Estado no es otra cosa más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidad múltiple".
M.F.

Sí, todo muy lindo, pero entonces, ¿de qué estamos hablando? Siempre hablamos de lo mismo, porque el foco siempre está ahí. Y aunque lo hagamos con fobia o anhelo, siempre la mira está ahí. Y es normal, ya que estamos habituados a ver/recortar las cosas como formas (eso sí con algo de movimiento “adentro”) y dichas formas con un interior (por eso del horror vacui).

Recuerdo ahora con una sonrisa (viejo recuerdo, viejo-que-recuerda)  aquella charla con una militante que con su peor cara de película de terror me espetó horrorizada, ante nuestra propuesta de “disolver el centro de estudiantes de Sociales”, el cual era una fotocopiadora y no mucho más, “¡¡¡Pero, Oscar, si dejamos el vacío ellos lo van a ocupar!!! 


De un tiempo a esta parte se escucha la cantinela de “la vuelta de la política”, y todo se tiñe de un tono pastoral. Y es que desde la cima misma del gobierno, pero también desde su base difusa de militantes, periodistas, opinólogos, acólitos, críticos, etc., etc., se difunde a raudales esta imagen del pastor (en este caso la pastora) que cuida su rebaño. Y aunque a nadie le guste verse como ovejita, la relación que cada una fabula con Cristina (primer nombre) es individual, tete a tete, como se actualizó aquel día en que ÉL murió, y le gritaban “fuerza” en la cara, pero reproducido al infinito en las cabezas de la buena gente de este país de buena gente.

El pastor vela por la suerte de cada uno de los integrantes del rebaño, aun cuando ellos duermen, busca lo bueno para cada uno, los reúne, los guía y los conduce, su papel consiste en asegurar la salvación del rebaño que lo sigue, proveer tierra, alimentos, abundancia, y consagrar abnegadamente su vida a ello”. 

Como se ve, la relación pastoral es una relación establecida con el individuo en tanto totalizado por una idea-mito-doctrina-o lo que fuera, y se vive como tal.

Si miramos de cerca qué pasa hoy entre muchos y este buen gobierno que hoy nos toca en suerte, y qué suerte ya que es efectivamente bueno por primera vez, veremos que la relación tiene mucho de pastoral. El problema de esto no es solamente que como visión es penosa, sino que no es una visión muy razonable. Hace mucho tiempo describí este paisaje: “muchos pastores y un único rebaño”. Y es que el gobierno de la vida, que marca nuestra servidumbre -y de eso es lo que habla el epígrafe que encabeza-, no está encarnado en un pastor, ni en un sujeto, sino en una red de múltiples sujetaciones. Pero el foco no está ahí, ya que ahí no hay foco…

Y antes de que se me acuse de disolutorio, posmoderno, lavado, derrotista, vacío, desviacionista, fluidificado, gaseoso, o de hacerle el juego a la derecha, qué se yo, diré que no hay foco porque hay muchos focos, y problemas. Eso sí, si se enfoca. El chiste es que en este caso enfocar quiere decir a veces desenfocar, y que este enfocar enfoca en primer lugar sobre algo que no existe. 

Entonces, segundo paso, agarrar el martillo (el del filósofo quizá) y romper las “cosas”. Romper las cosas para que aparezcan las visibilidades, y entonces –si seguimos la huella- romper las palabras para que aparezcan los enunciados.

¿Y entonces de qué estamos hablando si no hablamos de lo que siempre hablamos? De problemas, que tenemos que parir a fuerza de partir. Dar a ver y a decir. Ya que en eso se nos va la vida. Problemas en los que ahora sí se vea de manera cruda cómo existen “poder” y “resistencia” en cada caso. Y estos problemas tienen que ser investigaciones, entendidas como experimentaciones, al modo de los primeros científicos que echaban sobre sí mismos sus pruebas, que se quemaban los ojos mirando el sol.

Y de estos problemas no hay mucho para decir (¡es que ahí sí estamos realmente en pelotas!) salvo soltar algunas preguntas, balbuceos, como señales que ante cosas vistas y dichas, quieren partirlas para ver qué las sostiene, y ver qué hacemos con eso (si da, como dicen los chicos, para hacer algo): 


o   Ante el HOMO PROGRESUS, que se hace visible en nuestros autos, nuestro consumo energético, tecnológico, etc., etc., PREGUNTA: ¿Dónde está el goce? PROBLEMA: ¿Qué vida es pensable con otros consumos?

o   Ante el HOMO LABORALIS, que se hace visible sin más con valijita, notebook o camión. PREGUNTAS: ¿Dónde está el goce?, ¿Quién te da trabajo?, ¿Qué efectos produce ese trabajo?  PROBLEMA: ¿Qué pasa si…?

o   Ante el HOMO PSICOLOGICUS, que se hace visible a través del éxito de toda esta catarata de programas de TV, obras de teatro, y películas, cuyo tema (a-pasionante) es la terapia psicoanalítica, PREGUNTA: ¿cómo hay que ser para entregarle a alguien tus afectos? PROBLEMA: ¿cómo arreglarse uno mismo (que nunca es uno mismo) con sus afectos?

o   Ante el HOMO MEDICUS, que se hace visible a través del empastillamiento generalizado, etc., etc., PREGUNTA: ¿Cuándo fue que entregamos nuestro cuerpo? PROBLEMA: ¿qué puede un cuerpo?

o   Ante el HOMO CON niñera, maestra y plomero. PREGUNTAS: ¿cómo nos arreglamos solos?, ¿cómo criamos a nuestros hijos?, ¿cómo los educamos?, ¿cómo aprendemos a arreglar un cuerito? PROBLEMA: ¿cómo forjarse una soledad?

o   Ante el HOMO TRANSITUS, que se hace visible en nuestras ciudades, yendo de un lugar a otro, sin saber muy bien para qué, y que luego se hace la “escapada” el fin de semana a Mardel, y que en ese tránsito queda varado las más de las veces. PREGUNTA: ¿Dónde está el goce? PROBLEMA: ¿Es pensable la quietud?



En estos problemas, habrá miles más, se juega, quizá, el gobierno de la vida. Y la liberación. En todos los casos aquí se hallan envueltos problemas de percepción, en el fondo quizá solo existan problemas de percepción.

Entonces la vuelta de la política puede tener un sentido. Pero quizá ya no bajo ese nombre gastado. Y quizá usted dirá que la política, por definición, es la acción colectiva. De acuerdo, entonces le diré que la única política que creí ver despuntar un día fue ese día en que gritamos: “Qué se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

Entonces con la otra política, la de Mengolini y compañía, no queda otra cosa más que LOBO SUELTO!…