El karma de vivir al Sur

por Luchino Sívori



Me vas a hacer feliz
vas a matarme con tu forma de ser.
Me vas a hacer reír
vas a matarme con tu forma de ser.
Me vas a hacer feliz
vas a mostrarme ese lado inconcluso.
Charly García
  
Hace unas semanas Horacio Verbitsky publicó en Página/12 una nota en donde se admitía, rememorando el 1 de Mayo de 1974 –es decir, cuando Perón tildó de imberbes a la juventud del movimiento- un cierto sentimiento de culpa propia por el hecho de haberse retirado de la plaza a mitad del discurso, dejando al General prácticamente con solo un tercio de la multitud allí congregada. El artículo, muchas décadas después de lo sucedido y con ya mucho agua corrida debajo del puente, viene a cuento para tratar un asunto que, por lo menos, es más que interesante para todos aquellos que se sienten interesados en el gran “movimiento nacional y popular” por excelencia, especialmente para los que tienen cierta simpatía –por decirlo prolijamente- y cierta preocupación –por decirlo suavecito- en el devenir futuro de aquello denominado Kirchnerismo. Empecemos.

EL MEDIO ES EL MENSAJE: ¿EL RETORNO?

Antes de comenzar, aclaramos que no desconocemos la amplia y variada bibliografía acerca del Peronismo como tema de estudio, como así tampoco la antigüedad y posible caducidad de la frase mcluhaniana. Sin embargo, creemos que, mea culpa del Perro mediante, resulta hoy útil utilizar la nociones de “formato” y “contenido” para evaluar posibles líneas de interpretación futuras acerca de qué pasó –y está pasando- con el oficialismo actual.

A nadie le sorprenderá si afirmamos que los candidatos que postula el kirchnerismo para las elecciones del 2015 dejan mucho que desear. Pocos defenderán, queremos creer, que personajes como Urribarri, Randazzo, Domínguez o Scioli formen parte de lo que algunos creyeron ver alguna vez como “nuevo” en la política argentina. Esta situación, que las PASO pretenden resolver (aunque el problema no es sólo de Elecciones y candidaturas, se sabe) hace fruncir el cejo a más de uno, ya sea éste kirchnerista puro o un ciudadano que se sintió interesado por el kirchnerismo (o simplemente esa gente que no es peronista de izquierdas pero tampoco está convencido de la fortaleza y posibilidades de un Binner o un Pino Solanas).

Esta preocupación no es baladí, obviamente: se está jugando la presidencia de nuestro país y, lo que es peor, la caída de eso que algunos periodistas denominaron durante todo este tiempo “el progresismo nacional posible”. Ya sea esta preocupación compartida o no, cabe preguntarnos igualmente por aquello que no termina de resolverse en nuestras cabezas y que muchos callan por temor a quedar expuestos: ¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Qué sucedió en el medio –o al principio o al final- para que todo esto, utilizando términos poco científicos pero entendibles por todos, se vaya al garete?

He aquí el quid de la cuestión, y creemos que el artículo del director del CELS, junto a la frase del filósofo canadiense y el análisis de las elecciones del 2011, puede ayudarnos.

54 %, LA FORMA DE LA CULPA

Cada x cantidad de tiempo parece repetirse la misma situación que estamos viviendo actualmente: Hablamos de la reiterativa constatación de que el “populismo de derechas” del peronismo termina siempre venciendo a sus alas más progresistas al final del cuento, justo después de habernos ilusionado un poco con nacionalizaciones, juventudes militantes, bajadas de cuadros y asignaciones populares. Todo, dicen algunos, se lo llevará el viento.

Para evaluar mejor los por qués, consideramos oportuno preguntarnos primero sobre el valor/naturaleza del voto en las últimas elecciones presidenciales–aquellos que quieran hacer lo mismo, pero tomando la segunda y tercera presidencia de Perón, pueden hacerlo; cualquier similitud es pura coincidencia (sic)-: ¿Se puede decir que del 54% de apoyo popular que se lograron en las elecciones del 2011 provino de un voto estrictamente K[1]? Seguramente, no. Más bien, podríamos arriesgar,  la mayoría de ese 54% derivó de pareceres tales como ‘La economía no está del todo mal, por lo menos tengo trabajo’, o ‘La oposición no me convence, prefiero que no se cambie demasiado’, o ‘El Radicalismo aún está en veremos’, o ‘Me gustaron las leyes de matrimonio igualitario y la política de Derechos Humanos, no soy peronista pero esto no lo parece del todo’, o ‘Hugo la apoya’, etc…

Saltándonos todas esas conexiones mentales para llegar al resultado –que por otra parte parece simple, aunque no lo es tanto como se verá luego- podríamos decir que representaría un grave error confundir un 10% (mas o menos) de convencidos K y similares con el resto 44%.

Simple, en apariencia, hasta que aparece el PJ, es decir, McLuhan, y posteriormente el karma, la culpa verbitskyana.

Para no llegar a la “mala interpretación del momento” y el reconocimiento tardío de una supuesta “imprudencia juvenil” de Verbitsky, es decir, al arrepentimiento eterno, necesitamos insertar, pues, la lectura del 54% y su interpretación dentro de una Forma con un sistema de funcionamiento muy particular, cuya naturaleza zigzagueante e interesada no deja de repartir falsas ilusiones. Se trata de la “hegemonía” que en la Forma se tuerce un poco de un lado hacia otro dependiendo del momento, pero nunca logra llegar a la “cabeza”. La confusión a la que se llega casi siempre desde el lado del progresismo peronista –y aquél que no lo es pero coquetea con él- es la de creer(se) que se ha llegado al cerebro, literal (es decir, de verdad) o persuasivamente (forzándolo). Paradójicamente, esta confusión que crea en los demás este fabuloso bicho con muchos brazos es justo la razón por la cual reaparece y se mantiene en el tiempo. En otras palabras, desarrolla inteligencia.  

La conclusión a la que llega Verbitsky en su nota es algo que muchos, jóvenes y ya curtidos, hacen de vez en cuando dentro del movimiento peronista: se excusan, re-leen pasados, vuelven a dar valor –o a quitárselo- a elementos o acciones que por x razón no salieron como (ellos) esperaban. Son pequeños sinsabores que todo peronista de izquierdas tiene cuando se va a dormir y dialoga con su almohada. Por qué? Qué quiso decir? Quizás si… A lo mejor ahora… Todos supuestos que en la literatura suenan poéticos pero que en la carne duelen como dagas, hiriendo profundamente con ese extraño placer de sentirse únicos –ni yanquis ni marxistas- y a la vez un poco usados por la situación y la Historia… por la Forma.

No hace falta excusarse ni volver a repetirnos que Perón tenía razón cuando hizo lo que hizo. No es necesario machacarse día tras día con esa fatal conclusión imbatible de “el peronismo es lo máximo que puede aguantar este país filo conservador”. La tensión entre la Forma y el ir más allá, entre el pulpo pejotista y “nosotros”, entre el 44% y el 10%, siempre va a existir. Es el karma del peronista de izquierda. Pero eso no nos quita razón, ni inteligencia, ni el derecho a no querer parecernos.

Abandonemos la plaza sin culpas. No hay nada de que arrepentirse.



[1] Cuando decimos voto estrictamente K nos referimos al ala más progresista del PJ, aunque se reconoce que esta afirmación también puede ser discutida y refutada. Motivo, quizás, de otro potencial artículo.