Proposiciones para el Pensamiento en Acto

por Erin Manning y Brian Massumi
(Traducción: Ana Fabbri)



“Adiós Departamentos, Hola Artes Tecnológicas”

Los ámbitos artístico e intelectual en los que trabajamos, específicamente en Montreal, están visiblemente enfrentados, tanto dentro de la institución académica como entre los numerosos productores culturales independientes que contribuyen a la reputación internacional de la ciudad como refugio creativo. Existe un reconocimiento general  en cuanto a que las condiciones para la investigación y la actividad creativa cambiaron significativamente con el crecimiento de una “economía del conocimiento” cada vez más especulativa,  de alta rotación y centrada en la innovación. El “capital creativo” que impulsa la economía tiende a  provenir de formas líquidas de cooperación social e intelectual a las que a menudo se analiza en términos de “trabajo inmaterial”, definido como “el trabajo que produce el contenido informacional y cultural de la materia prima”. Estas formas de actividad colaborativa productora de valor tienden por naturaleza a rebasar las fronteras sectoriales y disciplinarias, y a poner radicalmente en tela de juicio la división entre la “teoría” o “investigación pura”, por un lado, y la “práctica” o “investigación aplicada”, por otro. Problematizar esta escisión no es, por supuesto, novedoso. Lo nuevo, en nuestro contexto, es la prioridad que alcanzaron las políticas que supuestamente tienden a facilitar la colaboración entre las partes divididas, tanto en la política cultural y académica gubernamental como en las estructuras universitarias. El modo en que esto se llevó a cabo creó verdaderas oportunidades  –pero también alineamientos con la economía neoliberal sumamente preocupantes.

La economicización de la actividad creativa en Montreal no se limita a las instituciones académicas, sino que está comenzando a cambiar literalmente el aspecto de la ciudad. En el 2006 la ciudad de Montreal emprendió la reurbanización a gran escala de un distrito céntrico para transformarlo en un nuevo “Quartier des Spectacles”. El plan estaba destinado a fortalecer la posición de la ciudad en el mercado internacional como una “Ciudad Festival” de arte-y-cultura. El primer paso fue un “plan de alumbrado” para crear un sistema de señalización que contribuyera a presentar de una manera nueva el área central de la ciudad a revigorizar, la cual incluía al barrio-rojo. El proyecto de alumbrado experimenta con señalizar el paisaje urbano para hacer visible su nuevo propósito mediante un diseño lumínico que atrae a los transeúntes a los sitios claves. Las luces rojas del barrio expanden su connotación hacia una  intensidad experiencial abierta en formas variadas a cualquier persona que camina por la calle, brindando a los artistas locales en ascenso un insumo creativo en materia de alumbrado y diseño urbano. Aquí, la investigación-creación se extiende a la “experiencia de diseño” urbano con la misión de facilitar otra articulación industrial: el turismo y las industrias de la hospitalidad. La experiencia del diseño lumínico, campo-efecto anunciatorio de una removilización concreta de la arena de intervención urbana que se aproxima, mostró el camino. El foco apunta entonces a que el programa de rediseño urbano compuesto por los grandes proyectos de construcción y renovación, como el  “Quartier de Spectacles”, ingrese en su fase central. El arte-investigación contribuyó en la práctica a la generación de una cartera de inversiones fundamental en la estrategia económica de la ciudad. Las estrategias de reurbanización relacionadas con el arte se expandieron incluso hasta las áreas rurales de Quebec. El titular acerca de los planes de reurbanización para una estación meridional de ski en Quebec cayó en mal momento debido al cambio climático: “Proyecto Turístico de 25 Millones de Dólares: Adiós Departamentos, Hola Artes Tecnológicas”.

                                                                                                                               Proposición 0: Crítica inmanente de la práctica

La categoría de “investigación-creación” se implementó en la mayor parte del marco institucional canadiense sin un concepto consistente del modo en que la práctica creativa y la investigación teórica se interpenetran. ¿A qué nivel y en qué modos de actividad se juntan? Si no se vuelve a pensar rigurosamente este problema, la nueva categoría conseguirá poco más que transformarse en un operador institucional: un mecanismo para que las prácticas existentes interactúen con la neoliberalización del arte y la academia. Las cuestiones claves como el modo en que los procesos artísticos alteran lo que podríamos entender por investigación, o cómo el arte crea conceptos, son puestos en segundo plano mientras los asuntos conducidos institucionalmente toman la delantera, por ejemplo la determinación de los estándares en función de los cuales debe ser acreditada la investigación-creación. La tendencia es hacia la profesionalización de las actividades artísticas, que implica entre otras cosas la implementación de indicadores cuantitativos de medición de la productividad. El peligro, sentimos, radicaba en que la investigación-creación, una vez institucionalizada de acuerdo a los criterios establecidos, se redujera casi completamente al mero agrupamiento, bajo un mismo techo, de las metodologías de investigación de las disciplinas tradicionales. Esta tendencia “interdisciplinaria” existente –donde la colaboración en verdad significa que las disciplinas continúan trabajando en sus respectivos rincones institucionales igual que antes, encontrándose entre ellas únicamente al nivel de los resultados de la investigación- difícilmente contribuiría a crear un potencial nuevo para pensar-con y –a través de las técnicas de práctica creativa. En vez de preguntar cómo es que la investigación siempre fue una modalidad de práctica con su propio borde creativo, y cómo la práctica creativa pone en escena al pensamiento de maneras innovadoras –cómo se infunden recíprocamente- la articulación institucionalizada entre la investigación y la creación se reduce a un modelo comunicacional que gira alrededor del delivery de resultados dentro de las áreas de investigación convencionales.

Fue precisamente esta sensación de que la investigación-creación estaba jaqueada desde su nacimiento la que tomó el SenseLab como punto de partida. ¿Y si empezáramos de cero? ¿Y si tomásemos seriamente los guiones, viéndolos como una conexión interna –una interpenetración recíproca entre procesos en vez de una comunicación de productos? Este enfoque plantearía a la investigación-creación como un modo de actividad sui generis, que ocurre al nivel constitutivo tanto de la práctica artística como de la investigación teórica, en un punto anterior a aquel en el cual la investigación y la creación divergen dentro de las estructuras institucionales que capturan y contienen su productividad, juzgándolas con criterios convencionales de valor agregado. Al nivel de la pre-bifurcación, el hacer sería ya pensar-en-acción, y la conceptualización sería ya una práctica con derecho propio. Uno y otra, proponemos, se intersecarían en la técnica, entendida aquí como un compromiso con las modalidades de expresión que una práctica inventa para sí misma, y no solo usa. Nuestro punto de partida especulativo fue que si queríamos que este encuentro en la técnica  fuera verdaderamente creativo, sería necesario que tuviera un final constitutivamente abierto. El tipo de resultados a los que se aspiraría implicaría que estos no estuvieran pre-programados sino que serían experimentales, efectos emergentes de un proceso en curso.

La práctica experimental orienta la técnica hacia la catálisis de un efecto de emergencia cuyos rasgos distintivos no pueden preverse con exactitud. Como el de Gilbert Simondon, nuestro concepto de técnica incluye la idea de las condiciones a través de las cuales un trabajo o una práctica adquieren su expresión técnica definitiva. La técnica es, por lo tanto, procesual: se reinventa a sí misma en el desarrollo de una práctica. Debe permitirse el despliegue de su movimiento-hacia la expresión definitiva. La técnica es, por lo tanto, inmanente: sólo puede producirse por ella misma, siguiendo el momentum de su propio proceso de desarrollo. Esto significa que lo decisivo son menos los fines pre-concebidos  -o cualquier tipo de estructura intencional subjetiva- que la manera en que se disponen las condiciones iniciales de producción. El énfasis se desplaza de la estructura programática al condicionamiento catalítico del acontecimiento.

Esta idea de investigación-creación entendida como la incorporación de técnicas de emergencia, implica tomar en serio que un arte creativo o práctica de diseño arroja conceptos en-el-hacer. Estos conceptos en-el-hacer son móviles al nivel de las técnicas que inventan continuamente. Este movimiento es a la vez especulativo (orientado al acontecimiento-futuro) y pragmático (práctica basada-en-la-técnica).


Proposición 1: Construir las condiciones de un pragmatismo especulativo

¿Qué formas nuevas de interacción colaborativa implica este pragmatismo especulativo basado en la investigación-creación? ¿Qué tipos de condiciones iniciales se necesitan? ¿Qué significa organizar para la emergencia? ¿Cuáles son las implicaciones de las formas establecidas de interacción, como las conferencias, las charlas de artistas o las exposiciones en galerías? Estas fueron las preguntas que nos condujeron a la Serie de Eventos de técnicas de abstracción vivida (2005-2011).

Erin Manning fundó el SenseLab en 2004 con el propósito de explorar este campo problemático. Debido a su compromiso con la práctica del acontecimiento, el SenseLab se abstuvo de darse una estructura formal. Fue concebido como un lugar de encuentro flexible cuya forma organizacional surgiera en función de sus proyectos, y cambiara a medida que los proyectos  fueran desarrollándose. Se enfatizarían los procesos por sobre los productos finales. La pertenencia estaría basada en afinidades electivas. Cualquiera que se considerase un miembro, lo sería. El resultado es una mezcla cambiante de estudiantes y profesores, practicantes y teóricos, provenientes de un amplio espectro de disciplinas y prácticas. El término investigación-creación fue conservado como término clave para la apertura exploratoria en esta actividad de crear nuevos modos de pensamiento y acción. ¿Cómo volver a situar el guión de investigación-creación para localizarlo con el mismo alcance tanto dentro de la investigación filosófica como de la práctica artística, así como entre ambos y también en otros campos?

Proposición 14: Generar fuerzas formativas

La fuerza relacional de un acontecimiento no se puede reproducir. Permanece, siempre, como un movimiento singular. Tiene una velocidad, desplegada de manera única a partir de las condiciones iniciales disponibles. Genera y reproduce potencial. Sigue el arco de una tendencia que se autoproduce.

Las tendencias son tan singulares como la fuerza generativa de un acontecimiento, sus respectivas “línea  pura y simple” se conectan resolutivamente con su advenimiento en un espacio y tiempo específicos. Pueden ser reactivadas iterativamente, con efectos variables. No estamos proponiendo modelar lo que los acontecimientos de investigación-creación puedan ser. En lugar de eso, a través de la tecnicidad de las tendencias singulares, estamos poniendo en movimiento, colectivamente, efectivamente, una meta-modelización de la emergencia.

Para Felix Guattari, meta-modelizar es hacer palpables las líneas de formación, comenzando por una línea en particular, tomando activamente en cuenta la pluralidad de modelos que compiten por realizarse. La meta-modelización toma en cuenta activamente a las fuerzas de formación desde la perspectiva de sus variaciones por venir. La modelización es “meta” porque las líneas que esboza son “abstractas”. Son abstractas en el sentido de que las tendencias formativas que mapean están efectivamente más-que presentes, volviendo en iteraciones, en una variación continua. Los acontecimientos están a la vez aquí-ahora, en la actualidad de sus momentos, y siempre en exceso respecto de sus iteraciones presentes. La meta-modelización busca mapear sus excesos re-formativos.

Una tendencia meta-modelada es un ensamblaje incipiente (una plataforma para la relación). El problema de un ensamblaje que emerge en una sintonización en acto es, como siempre, una cuestión de técnica, tal y como lo subrayan tanto Deleuze y Guattari como Whitehead. “El caos justo, y la vaguedad justa, son requeridos a la vez para cualquier armonía efectiva” (Whitehead 1978:112).

Las meta-modelizaciones de procesos generativos son desterritorializantes. Se mueven tendencialmente a través de las institucionalizaciones, y las transforman. Si la meta-modelización es evitar convertirse en un modelo –un formulario prescriptivo- la serie de acontecimientos debería acoger su propio agotamiento, sintonizada no al contenido en disolución sino a las huellas reactivables de la transitoriedad tendencial del experimento. Un acontecimiento de meta-modelización debe auto-expirar. Debe encontrar maneras de afirmar su potencia generativa en su transitoriedad. La sintonía emergente no debe fijarse un una simple armonía, entendida como una diversidad de partes subordinadas a un funcionamiento unificado. Proponemos un acontecimiento que no sea auto-institucionalizante. Por estas razones, un mecanismo para el perecimiento de la Generación de lo Imposible sería construirlo como una coacción habilitante. La técnica de relación que incorpora esta coacción habilitante fue denominada el “radical libre”.

En fisiología, un radical libre es una molécula de oxígeno liberada que está suelta en el organismo. Los radicales libres son un subproducto natural del metabolismo que mantiene con vida al cuerpo. Pero debido a su alta reactividad, también pueden interferir con el funcionamiento regulado del organismo, destruyendo los enlaces entre las moléculas, liberando todavía más radicales libres. Los radicales libres poseen una “energía de disociación de enlaces”: un poder de destrucción contagioso que es inmanente al propio proceso que hace posible el funcionamiento orgánico. El papel del radical libre en Generar lo Imposible consistiría en derribar la sintonía emergente justo después de que esta hubiese emergido, pero antes de que pudiera estabilizarse en una armonía auto-sostenida que se reafirmara a sí misma como modelo. El radical libre fue concebido como una especie de personaje embaucador que interviene en la penúltima etapa de la emergencia del acontecimiento, previniendo una organización demasiado unificada. El radical libre infiltraría el espacio del acontecimiento con una energía de disociación de enlaces alegremente afirmativa. A medida que el contagio fuera esparciéndose, el acontecimiento regresaría al cuasi-caos del cual provino, dejando solo las ondulaciones de su paso.


Proposición 17: Explorar nuevas economías de relación

Existe un término muy gastado para denotar la maquinaria relacional que desplaza un campo de emergencia a lo largo de sus expresiones seriales, de un modo que específicamente propicia los efectos de cada acontecimiento auto-registrado, en una superficie de registro en la que su valor competitivo pueda calcularse de alguna manera. Es la economía. En una economía formal, la valorización es cuantitativa, y es conducida utilizando mediciones convencionales. La valorización formal se retroalimenta entonces en el campo de emergencia, para devenir una coacción habilitante que condiciona las próximas expresiones. Cada expresión genera un rédito calculable, y los réditos se refuerzan (o se debilitan) mutuamente. El reforzamiento o debilitamiento a lo largo de las iteraciones puede a la vez cuantificarse, en índices estadísticos que evalúan la “salud” del proceso.

También existen las economías informales. Estas giran en torno a cálculos de valor que son directamente cualitativos por naturaleza, y por lo tanto más imprecisos y menos indizados. A este tipo de valorización a menudo se la llama valor-prestigio. Una economía formal también genera su propio valor-prestigio como una derivación de sus valorizaciones cuantitativas, o captura el valor-prestigio producido por las economías informales de las que se aprovecha, anexándoselo. La forma de valor-prestigio contemporánea por excelencia es el valor-estrella o valor-celebridad.

La economía monetaria, por supuesto, sólo puede significar una cosa: la economía capitalista. La economía capitalista se aprovecha de todo el resto de las economías formales e informales en una tentativa, en variación continua, de anexárselas a sus formas particulares de valorización e indización formales. La economía capitalista todo-lo-subsume económicamente. Es universal.

La economía capitalista no es solamente un proceso universal de subsunción de todas las formas de valor a la valorización monetaria. También construye formalmente, en su definición de valor, el imperativo de añadir-valor cuantitativo. El capital es por definición dinero que produce más dinero. La economía capitalista está formalmente orientada al crecimiento cuantitativo, por encima de todos los otros valores. Las técnicas capitalistas de relación son, sin excepciones, mecanismos de acumulación.

Todo esto tiene importancia para la práctica experimental de la investigación-creación que estamos promoviendo porque la subsunción universal de todas las otras economías, formales e informales, bajo la economía capitalista, equivale a una captura de cada una de las especies de acontecimiento –incluyendo sus campos respectivos de expresibilidad emergente, la heterogeneidad de sus polirritmos co-componentes, su potencia de improvisación para repetir singularmente con variación, sus arcos tendenciales, la expresión de su encrespamiento sobre las superficies sociales de registro, que constituye los géneros de co-actividad en desarrollo (como el de la conversación, pero también una infinidad de otros). Cuando la economía capitalista subsume todas las economías, no solamente está capturando valor monetario. Está capturando procesos de individuación. Está capturando campos enteros de relación emergente. Está capturando potencias de devenir. El capitalismo emprende nada menos que la captura de formas de vida. Las subsume, a veces suavemente, con más frecuencia de manera brutal, en técnicas de relación destinadas a agregar-valor cuantitativo y acumulación.

Es importante no confundir esta captura con una homogeneización. Las formas de vida capturadas por el capitalismo producen valor distinguiéndose unas de otras. El capitalismo es tan singularizante como incluyente. El problema es que la singularización es un sujeto de competencia, de una manera que destaca los parámetros cuantitativos de éxito por sobre la riqueza de la diversidad cualitativa. La heterogeneidad de las formas de vida es importante solo en la medida en que añaden capital. Aunque el proceso capitalista crea las condiciones para la emergencia singular de formas de vida, y se nutre de su heterogeneidad, en último término no les atribuye valor en tanto tales. Es absolutamente indiferente a la riqueza cualitativa que anima su campo.

Algunas corrientes de pensamiento inspiradas en el marxismo, analizan el fenómeno de la singularización y la heterogénesis, que animan los procesos capitalistas contemporáneos, en términos de “trabajo inmaterial”. La idea es que en una “economía de conocimiento” las formas cooperativas de colaboración se inventan para alimentar el nuevo mercado informacional. Estos procesos colaborativos componen formas nuevas de vida relacional. Dado que son procesos de cooperación, tienen un potencial de auto-organización. Bajo ciertas circunstancias podrían lograr desacoplarse del sistema dominante de valorización para afirmar en sus propios términos el valor de sus acontecimientos auto-propagados. Los movimientos como código abierto (open source), red de pares (peer-to-peer sharing) y las herramientas para la autoría colectiva basada en la web, son considerados precursores de esto, particularmente en la medida en que devienen “formas de vida” auto-afirmativas. Cuando esto ocurre, potencialmente co-componen una alter-economía incipiente. Esto presagia una derrota del capitalismo desde adentro, en un semblante de una de las tendencias inmanentes al propio capitalismo –la de la relación colaborativa creativamente productiva.

Si el capitalismo es un proceso de captura universal, no existe una salida fácil. Todas las actividades están hasta cierto punto, de alguna manera, absorbidas en él. Pero si el capitalismo también crea singularmente nuevas formas de relación, entonces, a pesar de esta complicidad, existen formas de vida emergentes en continua construcción que podrían llegar a afirmar una autonomía mayor. El resultado posible es una fuga en el sistema. Líneas de fuga hacia un futuro no-capitalista. Las líneas de fuga son críticas inmanentes del capitalismo en acción.

La Serie de Eventos en Tecnologías de Abstracción Vivida siempre estuvo destinada a co-componer con, y alrededor de, la captura capitalista, a inventar nuevas líneas de fuga o reforzar las existentes, para un vislumbre vivido de una economía no-capitalista. Esa es la razón por la que empezamos la exposición presente con una evocación del contexto económico neoliberal. La Serie de Eventos en Tecnologías de Abstracción Vivida del SenseLab siempre estuvo bajo el imperativo de retornar explícitamente al problema de las economías. Esto se hizo desde el inicio quitando importancia al producto a favor de la experimentación de un proceso colaborativo creativo, con valor en sí mismo. En última instancia, la “imposibilidad” a la que el evento culminante apunta contribuye, aunque sea de una manera pequeña y vacilante, a meta-modelizar una alter-economía no-capitalista de relación creativa.

Lo hasta aquí expuesto, nos habilita a especificar algunas características de una tal alter-economía. Es informal. No es cuantificable. Sus valorizaciones conciernen directamente a cualidades de vida. Pero la afirmación de las cualidades de existencia no acepta establecerse en torno a un valor-prestigio. Su proceso es autónomo en el sentido de que se auto-propaga. Lo que se propaga es una forma de vida en crecimiento, que el pensamiento común y el diseño creativo practican al nivel emergente en el cual se encuentran, ya, co-causalmente juntos. Esta es una economía polirrítmica de formas germinales de sintonización –de fuerzas de vida que encuentran una nueva expresión colectiva. La vida emergente, vivida menos como valor-agregado que como un valor en sí. Finalmente, el valor producido es el proceso como tal: su autonomía cualitativa.

Todas las economías suponen intercambio. Según Deleuze y Guattari, el intercambio solo aparentemente se organiza de acuerdo a un principio de equivalencia que se aplica en cada acto de intercambio entre dos individuos: por ejemplo, una equivalencia entre uno y otro tipo de bienes realizados en un canje particular. El intercambio no es exacto. Tiene un orden serial que implica una colectividad. La serie de intercambios, como Deleuze y Guattari argumentan, de hecho se organiza como la función de un límite. El límite es la “idea del último objeto recibido, o bien recibible, de cada lado” (Deleuze and Guattari 1987:437). Último no significa, aquí, “el más reciente, ni el final, sino más bien el penúltimo, el último antes de que el intercambio aparente pierda su atractivo para los intercambiadores, o los fuerce a modificar sus ensamblajes respectivos, a entrar en un nuevo ensamblaje” (1987: 437). Atractivo: la idea de límite es cualitativa. La idea-límite del penúltimo  intercambio después del cual la serie de intercambios cambiaría, intuitivamente informa cada acto preciso de canje. Por consiguiente, existe una evaluación cuantitativa que está en la base de cada “equivalencia” producida por un trueque, y que sostiene la posibilidad de la serie de intercambios, que continúan como antes. El atractivo de experimentar  la actividad-de-intercambio es esencialmente la deseabilidad de mantener la forma de vida asociada a los objetos intercambiados.

Deleuze y Guattari dan el ejemplo del intercambio de hachas en la sociedad tribal. Si el penúltimo es superado y el límite es alcanzado efectivamente,  habrá un excedente de hachas. Cuando el excedente sea absorbido, ocurrirá necesariamente una transición hacia un nuevo ensamblaje –una  forma nueva de contienda, o una nueva forma de producción agrícola. Cambiará la totalidad de una forma de vida. El alcance del límite es la superación de un umbral cualitativo hacia una nueva forma de vida colectiva, que presenta nuevos tipos de actividad. La equivalencia exacta alcanzada en un trato entre individuos determinado, es una función de la evaluación cualitativa, sostenida básicamente en una forma de vida colectiva. El objeto de evaluación es menos la cosa intercambiada que el campo de actividad relacional en el que se insertan los objetos. La evaluación cualitativa es el principio organizador de un campo de relación que informa, inmanentemente, la pertenencia al campo de cada acontecimiento específico, y los sostiene a todos. Lo que está en juego es menos la equivalencia entre los objetos intercambiados que el sostenimiento de su campo relacional de intercambiabilidad,  dentro de ciertos parámetros cualitativos. La idea-límite es la expresión económica de un ideal colectivo: la deseabilidad de una forma de vida.  Esta no es una idea trascendental. Opera inmanentemente en los acontecimientos que le conciernen. Si no se lo cruza, el límite es un factor de apoyo en la producción serial de nuevas iteraciones de acontecimientos en el mismo campo cualitativo. Si se lo cruza, habrá sido un factor generativo de un “recomienzo necesario” (1987:438). En cualquiera de los casos, es un factor creativo.

Según Deleuze y Guattari, el principio de que el intercambio es fundamentalmente “marginalista”  (sostenido por una evaluación cualitativa relativa al límite más allá del cual yace necesariamente un recomienzo) y de que la operación del límite se ata a un excedente, también organiza el mercado capitalista. El comercio capitalista no sólo está organizado inmanentemente a lo largo de líneas marginales, sino que dentro del campo del intercambio capitalista proliferan formas de vida que no son capitalistas per se, sino que directamente afirman una forma de vida, y las cualidades experienciales que esta alberga, en términos similarmente marginalistas. La organización activa de un campo de relación, como la función de un límite inmanente que coincide con un umbral hacia un nuevo recomienzo, es una característica de todas las economías cualitativas (y de la dimensión cualitativa de las economías orientadas principalmente hacia la cuantificación).

El ejemplo de Deleuze y Guattari sobre el alcohólico. En el proceso de beber, cada trago que el alcohólico intercambia por dinero es, hasta cierto punto, el “último” trago potencial. Si la potencial “ultimidad” –la idea-límite- no es negociada, el proceso de beber, y las formas de placeres, dolores e interacciones sociales asociadas con él, serán insostenibles. Para que el proceso continúe, el último trago debe no ser el final, sino el penúltimo. El último llevaría al alcohólico más allá del límite, a un campo relacional nuevo que acogería otras cualidades relacionales. Si el penúltimo es superado, y se alcanza el límite, el alcohólico cruzará el umbral de la intoxicación hacia, por ejemplo, el envenenamiento alcohólico. Se habrá superado el umbral de la forma-de-vida hacia el colapso de la vida-amenazada. Están entonces a la espera nuevos campos relacionales: el hospital, Alcohólicos Anónimos, el cementerio (insuficiencia hepática). Lo que significa “ultimo” debe ser continuamente recalibrado. El límite será relativo a una cantidad de factores: la velocidad del beber, el nivel de fatiga, el nivel de estrés y la calidad de la compañía. La evaluación intuitiva del límite modula el campo relacional de la experiencia alcohólica. Si no se alcanza el límite, el beber recomenzará, siguiendo su propio ritmo de intoxicación y desintoxicación. Si el umbral es cruzado, el resultado podría llegar a ser desastroso –o curativo. El recomienzo necesario  podría resultar en un movimiento hacia la abstinencia. Ahora, la vida en sí tendrá que funcionar como su propia potencia de intoxicación, alterando indudablemente el campo de relación y la forma de vida.

La cuestión principal no es si beber es bueno o malo. Ese tipo de evaluación moral se hace según criterios extrínsecos al proceso. La evaluación inmanente del proceso concierne únicamente a su continuidad en el mismo campo relacional, o a su cambio de campos y de forma de vida. Cuando el proceso continúa, se debe a que tuvo éxito en la afirmación de sus propias afirmaciones a través de una auto-evaluación cualitativa inmanente. Cuando supera el umbral hacia el cambio, plantea la cuestión existencial de cuáles formas de vida germinales y cualidades de experiencia futuras yacen más allá del umbral. Aunque no es ni buena ni mala, cualquiera sea la manera en que se desarrolle la idea-límite, la evaluación inmanente que conlleva nunca es neutral. Idealmente contribuye al sostenimiento y la modulación, o la re germinación, de formas de vida. Esto la convierte, en sí, en un factor productivo y una fuerza de vida.

Para cada uno de nuestros acontecimientos, una preocupación fundamental fue ¿qué tipos de sintonías emergerían? ¿Qué modulaciones? ¿Algunas formas de vida captarían o anexarían a otras? ¿Encontrarían las formas de vida que ingresaran a la mezcla maneras de intercambiar las ideas-límite, de modo tal que sus campos relacionales se fusionaran o entraran en simbiosis? ¿Emergería la idea-límite, nunca antes ocurrida, de una puesta en escena del campo polirrítmico del acontecimiento? ¿Sintonizarían los procesos componentes con la idea-límite que inventan entre ellos, a lo largo de su relación, componiendo una individuación colectiva de cada uno y todos juntos?


El objetivo de la Serie de Eventos en Tecnologías de Abstracción Vivida era catalizar un experimento marginalista colectivo en la actividad artística, coqueteando con el límite del campo relacional artístico, haciendo sensible el umbral que vibra con él. ¿Qué campo de relación podría esperarse que yaciera más allá del umbral? Para nosotros, hay una única respuesta: lo político. Cada uno de nuestros acontecimientos fue un ejercicio en el potencial devenir-político del arte, más allá de sus límites. En la medida en que la aproximación al límite lograse representar una economía cualitativa mancomunada, una que se auto-afirmase como forma de vida polirrítmica, la política prefigurada sería efectivamente anti-capitalista.


Proposición 18: Dar el don de dar    

Para el evento final de la serie, Generar lo Imposible, la propuesta fue activar un acontecimiento artístico que meta-modelara las resonancias entre lo estético y lo político a través de la creación de una economía cualitativa de relación. El concepto de don fue propuesto como herramienta meta-modeladora. Para que el don funcionara en este proyecto, debía entendérselo como una fuerza de dación más que como un objeto de cambio. El evento propuso reapropiar la fuerza del dar como una fuerza de vida creativa de formas nuevas.

El subtítulo de Generar lo Imposible fue: “un potlatch para la investigación-creación”. Aquí nos inspiramos en la práctica del potlatch de los pueblos de las Primeras Naciones de la costa Noroeste del Pacífico, una práctica que implica un período ceremonial de banquetes seguido por el don generoso de bienes y propiedades y, a veces, su destrucción. Siguiendo los textos de Marcel Mauss como también los de Georges Bataille y Jacques Derrida, enfatizamos que el potlatch es una manera de modular el campo de relación como una función de su límite. Lo que se comparte, es menos la opulencia que la idea-límite de reunirse de una forma que contrarresta las tendencias atrofiantes de la comunidad entendida como armonía. Esto se consuma a través del exceso de objetos de intercambio y su destrucción. El exceso de dones crea condiciones cuasi-caóticas que precipitan la armonía hacia el polirritmo. La destrucción de los dones no deja más que el haber-dado. Focaliza la experiencia en el acontecimiento de dar y sus iteraciones y modulaciones.

El potlatch es una práctica para reorientar y remodular el campo de intercambiabilidad. Esta reorientación, como señala Mauss, es dar “una parte de la naturaleza y la sustancia de sí” (Mauss 1996: 10). Tomamos esto no para sugerir una perspectiva del dador y el receptor orientada-al-sujeto, sino como un reconocimiento de que lo que conecta al grupo social es el compartir el más-que sus subjetividades individuales, su riqueza individual, en el contexto de un ritual de generosidad ceremonial.

Lo que es dado, como Mauss señala por su parte, no es inerte (1996: 9). Lo que es dado es el don de dar en tanto tal, que implica recomienzos de las condiciones de emergencia del campo de relación. La generosidad como etiqueta ceremonial ocurre en un campo de relación, que no puede reducirse al dador en tanto individual, o al objeto como don, o incluso a la conexión cierta entre los dos en un acto de dación particular. El potlatch es dar para el acontecimiento por el acontecimiento. Es la puesta en movimiento de una plataforma para la relación, que activa el potencial de los modos de colaboración, empujando la intercambiabilidad a su límite creativo. En el potlatch, la dación reorganiza la ecología-del-acontecimiento de co-composición.

El don de dar toca el límite. El “último” don es el límite a través del cual la intercambiabilidad mantiene su ritmo e intensidad. En el potlatch, la dación reorienta el campo de relaciones sin forzar un completo socavamiento de las modalidades operativas de las comunidades. En las sociedades tribales, el don cohesiona a los distintos clanes para la celebración. El potlatch conjura la guerra poniendo en escena una actividad que, como la guerra, es excesiva pero que, a diferencia de ella, activa el límite del campo social sin traspasar el umbral hacia la violencia y las consecuencias completamente imprevisibles. Aquí el ritual juega un rol clave, creando un espaciotiempo experiencial que diverge de la experiencia cotidiana mientras continúa formando parte de ella. Sin la metaestabilidad del ritual, sin las prácticas que replantean creativamente el límite desde el interior del acontecimiento, siempre existe el riesgo de que el umbral sea cruzado hacia un campo de relación completamente diferente. La singularidad del don consiste en cómo activa devenires-comunes y pertenencias-comunes, subordinando las categorías de dador o receptor a su co-involucramiento en un proceso compartido. La economía del don no tiene que ver con el objeto.

El don de dar es inefable, solo se lo conoce en la interrupción que pone en escena. Lo que interrumpe son tendencias que podrían conducir a cruzar un umbral. Esto realinea el entorno de relación asociado, mediante el reposicionamiento del campo de intercambio por fuera de la reciprocidad centrada-en-lo-humano, por fuera hasta del concepto de “necesidad”. El don de dar pertenece al exceso, al exceso inmanente: un campo de sociabilidad que desborda de sus propios ritmos y comienzos nuevos, rebosante de afecto transindividual por las modalidades de intercambiabilidad que requiere.

El don de dar es un ritual de sintonización emergente; una técnica para la reorientación del acontecimiento de devenir-común. Altera el tiempo. El ahora del dar se reorienta ya en el campo-futuro del momento. El dar pone en movimiento una anticipación del límite que futuriza al presente en el hacer, de manera que hace sentir y simultáneamente mantiene a raya el cruce necesario de un umbral –en una especie de política preventiva.

En la medida en que el potlatch mantiene a raya el cruce del umbral, afirma una función conservadora (en la definición más básica de la palabra, en tanto preservar o mantener). También conlleva una radicalidad, en la medida en que hace sentir intensamente, como un factor creativo, el mismo límite cuyo cruce impide. Generar lo Imposible significa jugar con el límite de la actividad artística en el contexto en el que trabajamos, haciendo sentir el potencial cruce de su umbral –pero sin prescribir cuándo, de qué modo ni si el umbral se rebasará. La decisión de ingresar a un nuevo campo relacional –que en este caso no es de violencia sino de lucha- no es una jurisdicción de los organizadores del evento, ni de ningún individuo. Sólo puede ser una decisión por el acontecimiento para el acontecimiento, respetando su autonomía procesual.

Derrida sugiere que la reorientación que logra el don de dar -el campo que abre el futuro en el presente pasajero del dar en tanto tal- debe implicar un olvido activo, un radical socavamiento nietzscheano del tiempo como memoria de un pasado presente (Derrida 1992: 16). Como escribe Nietzsche: “El olvidar no es simplemente un tipo de inercia, como tienden a creer las mentes superficiales, sino antes bien la facultad activa de… proveer un poco de silencio,… hacer lugar a lo nuevo…Esos son los usos para lo que llamé olvido activo” (Nietzsche 1967: 57-58). La economía del don orienta el tiempo hacia un olvido activo del objeto y del intercambio como tal.

La destrucción del don en las prácticas del potlatch a menudo es entendida erróneamente como la destrucción de objetos actuales. Si bien es cierto que es además una destrucción de riqueza, la ceremonia del potlatch se caracteriza antes bien por un olvido activo de la riqueza, que pone en primer plano el tiempo-del-acontecimiento de dación. El olvido activa el campo de relación, donde el énfasis ya no recae en el encuentro sujeto-objeto (y todas las formas de resentimiento que ellos evocan) sino en las maneras en las cuales esta singularidad de expresión precipita un nuevo tipo de futuridad colectiva. El olvido, como enfatiza Maurice Blanchot, “abre paso a un pensamiento, un futuro, una comunidad sin ninguna garantía.” Este dar lugar es la dación misma –no un don del pasado, sino un don para el futuro –“un salto a lo desconocido.” En Generar lo Imposible, el radical libre no sería sino el-abrir-paso de la destrucción y del olvido.

Si el olvido es la condición para el dar, el don es el signo de lo imposible. Como tal, no se lo puede pensar en el tiempo. Evade la estructura-de-tiempo lineal de la economía capitalista: la flecha del valor-agregado y la acumulación. En vez de eso, inventa un tiempo de lo todavía-no que habrá sido, un futuro anterior en y del campo relacional del dar. El capitalismo, como Shumpeter declaró célebremente, también implica exceso y “destrucción creativa”. Pero practica el olvido como una especie de inercia. Se olvida de olvidar activamente, con el objetivo constante de retornar al intercambio de un modo en el que ostensiblemente coloca nuevamente al objeto en el centro de la escena. La economía capitalista traduce continuamente el exceso de la actividad relacional en plusvalor objetivo. Acumula objetos e instrumentos de cambio (material e inmaterial) para la rotación eventual, como parte de sus mecanismos para fijar precios de mercado y ciclos de inversión. Con ese objetivo es eternamente recuantificante: traduce las cualidades de vida asociadas con objetos de cambio tal como las encuentra en sus campos de relación emergentes, en mediciones cuantitativas.

Como se señaló más arriba, la investigación-creación participa tanto de la economía-del-don alternativa como de la economía cuantitativa dominante. El mercado del arte no es diferente de ningún otro. Traduce el exceso de la actividad relacional en plusvalor orientado-al-objeto, hasta encuentra maneras de acumular y valuar cuantitativamente al “arte efímero”. La prevalencia del interés por los nuevos modos de documentación y archivo es un signo de los tiempos económico-artísticos. El valor-prestigio, por su parte, siempre está renaciendo. La evaluación colectiva del límite, propia del modelo de la economía del don, es puesta en segundo plano, mientras pasan a ocupar un lugar destacado las vicisitudes del mercado en tanto tal, su objetivo de agregar valor cuantificable.

Este desplazamiento de la economía del don del exceso a la economía del plusvalor cuantitativo, ocurre cuando el intercambio-como-sintonización pierde su deseabilidad. El olvido que resuena con el ambiente de intercambiabilidad anticipatorio se reemplaza con la flecha del valor-agregado cuantitativo. El potencial de actividad artística para crear y participar de una fuerza que module un campo relacional, como una función del límite y el umbral, se debilita, y se reterritorializa en la institución del arte, como un anexo del mercado artístico. La fuerza expresiva de la obra de arte se atenúa. A menudo el arte depone su potencia de dar tiempo, de activar el olvido, de crear condiciones de un hacer y pensar futuros, de devenir.

Proposición 19: ¡Olvidá, Otra Vez!

Mientras el límite no se haya alcanzado, juega un papel positivo como un factor creativo en el proceso a cuyo margen yace. La sintonización emergente, depende de la invención de las condiciones de creación directa de límites relacionales cualitativos. Estos límites inmanentes no se diferencian del “terminus” en el sentido de William James. Los límites inmanentes solo funcionan si inventan activamente modalidades de olvido.

La habilidad del límite plegado hacia adentro para co-causar siempre otra iteración más, lo convierte en una forma en la que el proceso se alimenta inventivamente de su propio exceso, en un eterno retorno en espiral; siempre más de uno. La relación crece metabolizando productivamente su propio exceso. Crece en base a la asimetría extraña del terminus que se tuerce hacia el núcleo del proceso y deviene un factor generativo en cada uno de sus recomienzos. La relación entera, en tanto forma de vida, con su cualidad vivida singular, su economía afectiva única, es generativamente modulada, como una función del límite nunca alcanzado, en cada momento. Hasta que lo es. El terminus no es un punto de llegada que señalaría un límite externo. Es un punto de perpetuo re-despegue, y, esporádicamente, un empezar de nuevo. El límite pertenece al campo de emergencia del acontecimiento cuyo proceso acarrea a lo largo de sus iteraciones. Es una parte imprescindible de aquello que potencia al proceso a auto-continuar: su relacionabilidad.

Generar lo Imposible propuso, como un experimento de investigación-creación, co-componer colectivamente lo que una economía de arte relacional, directamente cualitativa, podría quizás lograr. Más allá del límite, ¿qué umbral yace?

El umbral siempre será evocado junto con el límite. Resuena con él, del mismo modo en que el último siempre pre-suena en el penúltimo. En la medida en que el penúltimo genere potencial, el último se mantiene como un pre-eco virtual del devenir-otro del proceso. La activación del límite del arte hace que su tránsito virtual hacia un proceso político resuene ya en su desarrollo estético. La galería explotada es esta resonancia estético-política –este juego entre el límite artístico generador de potencia y su umbral virtual hacia lo político. Expresar esta resonancia es problematizar: no se puede sino preguntar ¿cuándo? ¿Cuándo, bajo qué condiciones, será o debería ser traspasado el umbral? ¿Cuándo, para qué efectos cualitativos, componiendo qué formas de vida, debería respetarse el límite?

Proposición 20: ¡Procedé!

El Sense Lab no existe “como tal”. No es una organización. No es una institución. No es una identidad colectiva. Es una máquina-generadora-de-acontecimiento, un campo procesual de investigación-creación cuya misión es volver su propio interior hacia afuera. Su tarea es generar prolongaciones externas de su actividad que se propaguen en ondulaciones ilimitadas de potencial. Efecto-ola: una idea deviene una semilla de organización, que deviene la proposición de un concepto, que deviene un problema para el arte, para la política, para la filosofía que puede, si las condiciones están maduras, resolverse a sí mismo en un desencadenante de un acontecimiento de experimentación colectiva y expresión creativa. Este acontecimiento potencial se des-personifica en la figura del embaucador-embaucado del radical libre, vuelto espectral. Cuando las condiciones se mostraron justas y el acontecimiento se generó, siempre volvió sobre sí mismo en una relación con su afuera radical –que paradójicamente genera un flujo con su propia ocurrencia, también en una relación inmediata con acontecimientos distantes, más allá de él.

(Texto presentado el 5 de marzo de 2013 en la Universidad de Western Ontario, Canadá, y versión abreviada de un capítulo de Thought in the Act: Passages in the Ecology of Experience, de Erin Manning y Brian Massumi, Minnesota, 2014)