Podemos no puede con todo

por Javier Gallego


Podemos vive sus horas más bajas desde que irrumpió como un ciclón descolocando a todas las fichas del tablero. Hasta ahora no había hecho otra cosa que subir en las encuestas, pero en los últimos tiempos su ascenso meteórico se desacelera, incluso se detiene, más aún, retrocede, aunque sea tímidamente. No es solo que hayan dado con ese núcleo duro de votantes que no hay quien los mueva, es que, además, es imposible que estén a la altura de todas las expectativas puestas en ellos y empiezan a pasarle factura sus deslices y el desgaste de estar siempre en primera línea de fuego. Antes parecían indestructibles, ahora algunos disparos les han dado en la línea de flotación y hacen aguas por algunos boquetes.
Sin duda ha hecho mella la campaña de acoso y derribo incansable, constante, tenaz del aparato mediático de este país, cargado a diario de andanadas de material explosivo, injurioso y tóxico. No venía solo de la derecha y el centro. Una parte de la izquierda tradicional se sintió desplazada, empujada incluso (en parte por su parálisis pero también por la actitud altiva de los recién llegados), y también se ha revuelto furiosa, propinándole algún zarpazo. Pero además la cúpula de Podemos no ha sabido gestionar sus problemas con la solvencia antes demostrada. El torbellino en el que andan metidos –ellos mismos se lo han reconocido a los más cercanos– les ha agotado y responden a los golpes con más torpeza.
Ya estuvieron titubeantes en el tema de Errejón, que era una anécdota (por más que la hinchen algunos) pero entreabrió una puerta por la que el asunto Monedero ha entrado dando un portazo. La gestión de esta crisis ha sido todo menos ágil y hábil y ha hecho daño. Ese mes de silencio alimentó a la bestia y la resolución puede haber desactivado a la jauría pero ha dejado un regusto amargo en la boca. Tampoco ayudó, creo, que el número dos del partido se presentase como víctima, que es lo que ha hecho siempre el bipartidismo cuando le acosan. Olió a vieja política.
No es lo único que huele así. Ha habido gestos aquí y allá que recordaban al pasado. El liderazgo de Pablo Iglesias imponiéndose al resto de las voces del partido, algunos ataques a otras fuerzas de izquierdas como IU o las CUP sin venir muy a cuento o la decisión del grupo fundador de hacerse con las riendas dejando a las bases en un segundo término me consta que no ha sentado bien a gente que tiene muchas esperanzas puestas en el proyecto. Aunque, en principio, la táctica más efectiva parecía la de un partido vertical y centralizado, eso ha desanimado a las bases que antes ayudaron a impulsar el proyecto. No todo lo hace la televisión, la televisión es un monstruo que devora a sus hijos. Tienen que volver a generar ese impulso participativo que puso la máquina en movimiento.
Y en esto ha aparecido, como si fuera nuevo (sin serlo), Ciudadanos, el antídoto que buscaba el régimen para parar la plaga de Podemos. De qué si no ahora le dan tantos minutos en televisión a Albert Rivera como antes le dieron a lospodemitas. Ciudadanos le está comiendo terreno en la centralidad del tablero, que es donde se decide la partida en este país. No es solo la marca blanca del PP, es también la marca blanca de Podemos. Ni izquierdas ni derechas, dicen, como los otros, pero sin Venezuela ni el aspecto de izquierdista radical que tiene Pablo Iglesias, por mucho que se haya quitado el pendiente y haya camuflado su ideología. El sistema paga a Podemos con la misma moneda pero con su cara más amable, la del yerno perfecto Albert Rivera, un Adolfo Suárez del siglo 21, bien parecido, catalán moderno pero muy español. Rivera no pone en cuestión el sistema, al contrario, lo legitima, habrá que ver si Iglesias se atreve a subvertirlo o a proponer otro que sea más convincente y le gane por la mano.  
A pesar de todo, no creo que su partido haya tocado techo, aunque sí pienso que tiene que revisar su discurso si quiere retomar la iniciativa. El año va a ser muy largo, así que deben tomar aire y reflexionar sobre cómo remendar sus errores, quizá pagar por ellos en el caso de Monedero, evitar repetirlos y volver a adueñarse de su destino porque ahora parecen a merced de los acontecimientos. Podemos no puede con todo. Pablo Iglesias, tampoco. Él mismo ha dicho que la soberbia es su principal defecto. Creo que el primer paso para rehacerse es reconocer sus limitaciones y buscar nuevos apoyos. Dentro y, por qué no, fuera.
(Fuentes: http://www.eldiario.es)