Francisco: el Papa “anticapitalista”
por Pablo Stefanoni
“Si
el capitalismo tiene a Obama, nosotros tenemos a Francisco”. El líder del
emblemático Movimiento sin Tierra de Brasil, João Pedro Stedile, no escatimó
entusiasmo al concluir la cumbre de movimientos sociales en Santa Cruz de la
Sierra, en la que el papa Francisco se despachó con un discurso tan crítico del
capitalismo actual que el diario El País de Madrid subtituló una columna sobre
Bergoglio: “Francisco nunca simpatizó con los teólogos de la liberación. Hoy
parece uno de ellos”. En ese cónclave, que formó parte de la visita a Bolivia
–luego de visitar Ecuador y antes de proseguir a Paraguay– participaron
diversos movimientos sociales de Bolivia y del exterior.
“¿Reconocemos
en serio que las cosas no andan bien en un mundo en el que hay tantos
campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin
derechos, tantas personas heridas en su dignidad? (…) ¿Reconocemos que las
cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la
creación están bajo permanente amenaza? –preguntó el Papa– y se respondió:
“entonces si reconocemos esto digámoslo sin miedo: queremos un cambio”.
Francisco
sostuvo que existen “múltiples exclusiones e injusticias, en cada actividad
laboral, en cada barrio, en cada territorio” y que entre ellas hay un “hilo
invisible que une cada una de las exclusiones, ¿podemos reconocerlo?
–inquirió–”. “Esas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho
global, que ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar
en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza”. “Digámoslo sin
miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras, este
sistema ya no se aguanta. No lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los
trabajadores, no lo aguantan los pueblos, no lo aguanta la hermana Madre
tierra, como decía San Francisco”. Varias veces fue interrumpido por gritos de
“Viva el Papa”. Su discurso –al lado de Evo y de varios dirigentes sociales–
fue básicamente político, sus citas a los evangelios fueron escasas y sus
referencias al cambio numerosas y a tono con el ambiente. Varias veces habló de
la Madre Tierra, llamó “poetas sociales” a los movimientos populares, se refirió
a la Patria Grande, al nuevo colonialismo y criticó el “sistema excluyente”, la
concentración de los medios de comunicación (que promueven el colonialismo
ideológico), los Tratados de Libre Comercio y las medidas de austeridad, la
“tercera guerra mundial en cuotas” y rescató la “fe revolucionaria contra el
ídolo dinero”. El objetivo es el acceso a las tres T: tierra, techo y trabajo.
Pero también acceso a la salud, la educación, la innovación, el deporte y la
recreación. Música para los oídos de los asistentes.
Francisco
no se privó de hacer chistes, distinguió al “Vivir bien (fórmula que en Bolivia
se usa para definir un supuesto bienestar no materialista)” del “pasarla bien”.
Habló del “avasallamiento de las grandes corporaciones” y señaló que “el futuro
de la humanidad está en los explotados, pobres y excluidos”, en “el campesino
amenazado, el trabajador excluido, el indígena oprimido, la familia sin techo,
el estudiante sin trabajo”. Los planes asistenciales –dijo– nunca pueden
sustituir la verdadera inclusión: “trabajo digno, libre, participativo y
solidario”. El éxito de su última encíclica Laudatio Si se debe a las fuertes
críticas ecológicas frente al cambio climático y en Santa Cruz retomó varios de
sus ejes.
Pero
casi al concluir lanzó su frase más fuerte, la más aplaudida, la que le generó
complicidad con los asistentes y completó un discurso que si no abordaba el
tema hubiera parecido incompleto y hasta falso: “Se han cometido muchos y
graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”. Y
tras ella pidió un perdón explícito por los crímenes durante la llamada
conquista de América, con su lógica de la espada con la fuerza de la cruz. “Si
alguno de ustedes no puede rezar, le pido humildemente que me piense bien y me mande
buena onda”.
Poco
antes, cual travesura, Evo Morales le regaló entre varios obsequios, una
escultura de cruz, hoz y martillo que reproducía la que había construido el
cura Luis Espinal, asesinado por paramilitares en 1980. Como poniendo a prueba
el progresismo del Papa.
Francisco
proviene de la llamada “teología del pueblo”, una versión “populista” de la
teología asociada a sus simpatías políticas por el peronismo. Y como todo
peronista, su desempeño actual no puede ser analizado de manera inductiva a
partir de su historia. Francisco no se explica (solo) por Bergoglio, como el
Menem neoliberal no se explicaba por el Menem pre89 ni Cristina se explicaría
por sus posiciones de los años 90. En el peronismo, en el saber adaptarse a las
circunstancias reside gran parte de la clave del éxito. Pero ese pasado
“populista” y muy político de Bergoglio explica, no obstante, muchas de sus
facetas actuales. De ese pasado proviene, por ejemplo, su reflexión sobre el
Martín Fierro de 2002. Por eso, pese a lo que se escribió al momento de su
elección, está tan lejos de ser para los gobiernos nacional-populares lo que
fue Juan Pablo II para los regímenes comunistas. (No es este el lugar para
revisar la historia de Bergoglio, y temas polémicos como su desempeño en la dictadura,
denunciado por el periodista Horacio Verbitsky).
Lo
que vale la pena señalar, sin agotar, en estas líneas es que la convergencia
entre el papa y los “movimientos sociales” y gobiernos “progresistas” está dada
por el antiliberalismo, una sensibilidad que a lo largo de la historia tuvo
muchas articulaciones posibles, de izquierda y de derecha (contra el
individualismo, el egoísmo, etc.). Pero que, al mismo tiempo, incluye visiones
organicistas de la sociedad que en muchos casos se chocan con la libertad. Por
eso, el “papa anticapitalista” puede ser aliado en la crítica solidarista
contra el capitalismo salvaje (la Iglesia muchas veces compartió esos tonos a
menudo más pre- que post- capitalistas) pero no en las luchas emancipatorias
que incluyen derechos reproductivos, los derechos de las llamadas minorías
sexuales o el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos… así
como visiones más radicales en las luchas contra las jerarquías sociales. El
“hagan lío” del papa tiene mucho del “lío” que pueden armar los jóvenes de la
Acción Católica.
Hoy
el enemigo de la Iglesia ya no es el comunismo sino sobre todo el evangelismo,
que se ha expandido enormemente en América Latina. Como escribió el antropólogo
Pablo Semán en la revista Anfibia: “En términos muy generales, está ocurriendo
algo que profundiza lo que Juan Pablo II había percibido tras la caída de la
Unión Soviética que él mismo había ayudado a promover: la necesidad de que el
catolicismo ocupe un papel junto a las mayorías que son la masa de maniobras
del capitalismo. O el catolicismo lo asume o esas mayorías se configurarán, en
variadas posibilidades, pero prescindiendo del Catolicismo (que no es lo mismo
que prescindiendo de la religión y de las más variadas formas de imaginar, invocar
e interactuar con lo sagrado). La opción de Francisco ha sido radicalizar esa
búsqueda con un lenguaje épico, convocante
y “socio político”.
Este
discurso enmarcado en la doctrina social de la Iglesia viene a llenar, además,
el lugar vacío que dejaron los proyectos de transformación social y su
incapacidad para renovarse y mantener su potencia crítica, tanto en sus
visiones revolucionarias como reformistas. Por lo demás, hace tiempo que la
crítica de las izquierdas al capitalismo viene teniendo tonalidades cada vez
más moralizantes (abandonando el análisis del capitalismo en sí, y su capacidad
hegemónica, y restringiéndose a denunciar sus injusticias). Por eso, el papa
puede ser un aliado de Raúl Castro (la convergencia antiliberal allí es
evidente) y Stedile puede encontrar en Francisco a alguien que dice cosas que
Lula, a quien el MST apoya, parece ya no poder decir con la fuerza de los
hechos. Por eso, también, este discurso social, pronunciado con la habilidad
política de Francisco hoy parece revolucionario.
(fuente: lavanguardiadigital.com.ar)