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Mostrando las entradas de septiembre, 2015

Quién es usted señor Verbitsky

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por Diego Sztulwark “ Los ataques a Horacio Verbitsky son en sí mismos tan graves como injustificables. Pero lo que los hace más infaustos es que significan también la pérdida devastadora de la forma clásica del periodismo, en nombre de las nuevas torres de control desde las que emanan órdenes precisas de destrucción de personas ”, Horacio González 1. Hay libros canallescos: son aquellos que toman un gran tema o se proponen pensar una serie de problemas notables, que invierten en ello cuantiosos recursos (entrevistas, indagación documental, horas y horas de escritura) e incluso logran -a veces- atraer miles y miles de lectores y, sin embargo, dejan la sensación amarga de haber malgastado una excelente oportunidad: en lugar de un nuevo modo de pensar, ofrecen más de lo mismo, es decir, discursos recostados sobre los valores dominantes. Es muy posible que ésta sea la experiencia de muchos lectores con el libro Doble agente, la biografía i

Un tapado. el cumpa!

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Judith Butler, una más

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por Verónica Gago Convocó multitudes en sus varias apariciones. Hubo una campaña previa de agitación que circuló especialmente en redes pero que se hizo cuerpo durante tres días seguidos. Más allá de sus estudiosas y de las traductoras precoces, se produjo una atmósfera: mezcla de algarabía y ocasión para la performance colectiva. Ese fue el primer efecto Butler: que también podría nombrarse como una masividad alegre de activistas y lectoras de jirones de su obra, apasionadas y no obedientes, capaces de convertir las conferencias en una suerte de acampadas. Ese clima tuvo que ver con que su presencia desbordó los contextos académicos aun dentro de ellos y aun si dos de sus charlas fueron en universidades. Había un tipo de escucha política que Yudit –como fue rebautizada por aquí– se encargó de no decepcionar, especialmente para quienes se aferraron a los títulos de sus trabajos como banderas de libre uso: “cuerpos que importan”, “vidas precarias”, “el género en disputa”. A

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Otro sacrificio para el dios agroindustrial

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por Javier Andrad Foto: Federica González La hora del crepúsculo, la que transforma con su belleza y devuelve la fe perdida, ese lunes fue aciaga. Melisa volvió temprano de estudiar y antes de llegar a su casa paró en el almacén de Victorina. Compró un trozo de queso cremoso y se fue. Al entrar a la vivienda no percibió nada raro. Dejó las cosas de la facultad, y se tiró a dormir una siesta de la que nunca pudo despertar del todo. —No puedo respirar —alcanzó a mensajear a su novio. La Prefectura Naval tiene su burocracia, Matías no logró salir enseguida para asistirla. Cuando llegó a la casa, la encontró en la cama, inconsciente. Ya en el hospital Ferreyra de Necochea, Melisa entró en coma. Su vida se apagó antes de las diez de la noche sin que los médicos lograran saber qué le había pasado. * * * A las tres de la tarde, el estallido sacó del sopor a los vecinos de la calle 507. Volaron las tapas de las cámaras sépticas y las rejillas, reventaron los caños de cocinas