Macrismo como desafío (en dialogo respuesta a Diego Valeriano) // Basilio Calsmich
Miremos de frente la
situación, es grave. Si no damos una respuesta al macrismo permaneceremos
pasivos mientras se destruye lo que amamos. Con Sarcasmo Diego Valeriano señala
nuestro límite. Tenemos que aprender de esa indicación. Ese problema es el del amor:
el kirchnerismo fue nuestra rebeldía. Lo que amamos de nosotros mismos en el
kirchnerismo nos condena al más narcisista de los amores. Ese narcisismo actúa
de un modo simple y corrosivo: nos hace sobre-estimar al kirchnerismo y
subestimar al macrismo.
Nuestra rebeldía consistió en
entusiasmarnos, en permitirnos la ilusión y la creencia en plena ofensiva del
capital-neoliberal-global triunfante y su cinismo. EL Siglo XX terminó con la
derrota del socialismo y con el desafío de las clases trabajadoras. ¿En qué
fundas nuestra alegre rebeldía cuando ya no encuentra apoyo en fuerza social
alguna? Esa rebeldía fue un puro acto de amor , lo intempestivo mismo. Un acto
que logró inscribirse en lo político sin contar con la fuerza necesaria para
una transformación social, aunque fuese un leve reformismo. EL kirchnerismo es
nuestro modo de no resignarnos, de acomodarnos en la derrota. En un mundo sin
lucha de clases, en que toda lucha es por incluirse en el mundo del consumo y
todas las capas sociales se entregan a un mismo edonismo el kirchnerismo en el
poder fue nuestro modo de hacer diferencia.
De acuerdo. No es fácil
aceptar que ese proyecto fue desplazado por errores propios y por límites
históricos precisos. Pero aunque nos cueste, nos toca entenderlo. El macrismo
es el opuesto de lo que deseamos. Expresión a la vez silvestre y muy organizada
de ese poder “estructural” que procede de los mercados, que no son una mera
forma de coordinar recursos sino una potente fabrica de subjetivación.
Esa subjetivación, que en nuestro gobierno existió y se fortaleció como
inclusión y como ampliación del consumo sacaba por percibir nuestros esfuerzos
como arrogancia y hasta como mentira. Ha identificado en nuestros modos una
cierta perversión.
Ellos, los representantes políticos
de los mercados, en cambio, se exiben con una honestidad brutal. Su verdad
guarda coherencia con el entero sistema de un modo transparente, que todos
sabemos decodificar. Esa es la fuerza del ajuste: no hay para todos. No es
cierto que todos somos iguales. No digamos cosas que no son, no mintamos más.
No disimulemos la realidad con retóricas que a fin y al cabo no transforman
nada y encima distribuyen privilegios. Y todo privilegio, a la larga, genera
resentimiento.
Ante este grabe estado de
cosas dos preguntas debemos hacernos a 30 días de macrismo: una concierne
a lo que entendemos como estado. La misma facilidad relativa con que el
macrismo avanza en el desmontaje de las estructuras que nuestro gobierno
desarrolló estos años –cierto que no sin resistencias (esperemos que
crecientes)- va encallando en algunos de las zonas mas “duras” (las mismas con
las que se topó Cristina): la liquidación de la cosecha por parte de los
exportadores; la relación con los sindicatos; con la trama policial y su gestión
de los ilegalismos; las relaciones con los fondos buitres. Es decir,
aquellas en la que el estado surge como articulación estructural con el poder
de fuerzas sociales dinámicas y organizadas. ¿cómo hemos pensado el estado,
cómo debemos pensarlo de aquí en adelante?
Segunda, la obtención del 51% de los votos por
parte del macrismo nos obliga a revisar el diagnóstico sobre el éxito de la
hegemonía nacional popular. No hay hegemonía sino una disputa que en el extremo
se divide en las mitades de siempre. Es necesario tomar nota de un medio país
en el que pensamos poco. En la Argentina no hay mayorías duraderas y es de
esperar que la actual se deshaga pronto. Lo que funciona entre nosotros es un
histórico movimiento pendular: a veces ofensiva del capital; a veces defensiva
de los sectores populares. A veces colisión liberal, otras frente
nacional. Lo extraño de este nuevo movimiento del péndulo es que no está
causada por una crisis. Hemos caído en la tentación de superponer a este
mapa de fuerzas el viejo e inadecuado mapa de las izquierdas y las derechas.
mapa no equivalen en lo mas mínimo a derecha e izquierda. Basta mirar hoy
al peronismo para ver hasta qué punto estos esquemas no funcionan. Entonces
¿qué fuerza política es la que aspiramos a construir ahora?
Creerse mejor que los demás es un pasaje directo
al patetismo. El peronismo fue el único movimiento que en nuestra
sociedad ha aceptado siempre las cosas como son, sin juzgar, sin elitismos. Al
amor por lo que somos debe sustituirlo el amor a lo real. El propio
kirchnerismo no hubiese surgido de otro modo. No lo convirtamos ahora en lo que
nunca fue. El peor camino que podríamos elegir es blindarnos sobre el parque
centenario e involucionar en la en la única dirección que la
política actual no permite: convertirnos en un partido de izquierda.