El desprecio escondido (Apuntes coyunturales) // César Gónzalez
Fenómenos
como Le pen son más bien desfavorables para la derecha (…) De nada sirve
asustarse. Quedaron lejos los tiempos donde la democracia liberal era la
menopausia de las sociedades occidentales y el fascismo su demonio de mediodía.
Las democracias han entrado en una especie de senil de la tercera edad, ya no
tienen suficiente energía para suscitar un enemigo interior poderoso como lo
era el fascismo mítico (…) Le Pen no es más que un eczema o un ave de corral
desollada, que, mucho más que su propia fuerza demuestra la debilidad
intrínseca de todos los sistemas públicos actuales”
Solo
quedan unas masas fluidas y silenciosas, ecuaciones variables de los sondeos,
objetos de test perpetuos (…) Todos los representantes (partidos, sindicatos)
se sirven de una supuesta exigencia de las masas para escapar a la política”
(Jean
Baudrillard “La izquierda divina”)
“Cuanto
más poder se le da al monarca tanto más fácilmente puede pasar a otro ese
derecho”
(Spinoza,
“Tratado Político”)
La tragedia se repite cuando el guion es
el mismo, los personajes y lugares también. Como hace 100 y 200 años somos un
país que se reivindica colonia de la peor Europa, ni siquiera de la Ilustrada.
Un país, o una gran porción de él, que celebra ser visitado por el presidente
de la nación más imperialista y cruel que conoció la humanidad. Donde nuestras
emociones dependen de lo que haga la casta política, lloramos y reímos según
las decisiones que toma esa familia cosmopolita, que juega a los celos y que
todo lo hace por despecho o endorfinas. Donde pocos de esa casta viven acordes
a sus manifiestos, que se refugian atrás de la palabra pueblo, y dicen ser su
necesarios representantes porque según ellos el pueblo no sabe hablar por sí
mismo y es un sujeto sin rostro, torpe y esquizofrénico. Por eso un día es
tratado como redentor y al otro como psicópata. Donde el pobre jamás ocupará un
cargo político relevante, y a lo sumo como si fuera un milagro será asistente o
puntero de algún diputado, concejal o ministro. Una sociedad de 40 millones y 3
millones cuadrados de superficie y atormentada por un escaso puñado de pibes
chorros, una sociedad que acostumbrada a resolver todo mediante la fuerza hoy
renueva su sed de sangre. Que mantiene y cuida como a un dios la nostalgia del
genocidio de la última dictadura militar.
Y
quienes enfrentan a los reales inquisidores son falsos profetas. Que en público
lloran por las injusticias pero en privado pretenden de los pobres obediencia
debida y masajes en la espalda. Ahora ellos dicen que por culpa de los pobres
se perdió la última elección presidencial. Hasta ayer esos pobres eran las
masas iluminadas, el territorio donde se forja un verdadero militante, ahí
donde nacen las bases de la movilización, ese otro por el que la patria es,
pero que hoy es el otro culpable por el que la patria no será. Ahora dicen que
se jodan esos negros de mierda desagradecidos con todo lo que hicimos. Ayer
eran el objeto de la lírica revolucionaria, hoy son el sujeto responsable del
oscuro cambio. Que histérica es esa sensibilidad que dice amar a los pobres y
ante la mínima adversidad los pasa a odiar, o algo peor, a despreciarlos desde
una postura arrogante y con gestos de superioridad, que se atribuye todo el
poder de dar órdenes desde un trono supuestamente obtenido por los kilómetros
de barro pateado en la militancia orgánica. Esa perfecta síntesis moderna
llamada Facebook es la evidencia material de dicho fenómeno. Los días
posteriores a las últimas elecciones presidenciales uno se cansaba de leer
comentarios de estrictos militantes o ciudadanos “comunes” con afinidad
apartidaria al último gobierno, que arrancándose las vestiduras en feroces
movimientos, exponían rabiosos su bronca hacia los sectores populares que
votaron a Mauricio Macri, dando por hecho que las elecciones se perdieron por
la ignorancia de dichos sectores, que no saben votar, que eligieron consientes
al diablo como presidente, que ya van a ver lo que les espera, ¿Qué porque nos
hicieron esto a nosotros que hicimos tanto por ustedes? etc… Sin tener la certeza
de que el voto de los pobres haya sido la causa determinante para la victoria
de la derecha más conservadora, muchos de los revolucionarios del siglo 21
salieron inmediatamente a culpar a estos por la derrota.
Ahora
bien, como habitante de una villa miseria puedo decir que es verdad que hubo
muchos vecinos de aquí que se inclinaron hacia la fórmula del PRO, y obviamente
es llamativo como un pobre puede votar a alguien que no proviene de su clase, o
como un trabajador puede votar a un empresario, pero fueron solo algunos casos,
que suceden en cada elección pero que esta vez no fueron la mayoría. En los
días previos al balotaje presidencial presencié en el barrio una actividad
política como nunca antes. Los vecinos mismos repartiendo boletas, preocupados
en convencer al prójimo que Scioli era mejor que Macri. Los más inquietos y
eufóricos eran aquellos que poseen un almacén, un pequeño negocio de ropa, una
verdulería, etc. Esos que en estos últimos años experimentaron un evidente
crecimiento económico a partir de las medidas que potenciaron el consumo
interno y el trabajo. Sacando conclusiones desde el puro sentido común del
bolsillo, sabiendo que hoy por la villa se ven un montón de autos nuevos o
usados, como otro gran síntoma de ese crecimiento inédito que experimentaron
muchas familias villeras gracias al ingreso estable que obtuvieron y
mantuvieron durante el kirchnerismo. Muchos, no todos (como en cualquier
asignatura de la vida) que en los noventa pasaron hambre real y no metafórica,
aquellos que cartoneaban y veían como la policía mataba y luego preguntaba,
aceptaron ver una diferencia entre ambas fórmulas y se inclinaron por Daniel
Scioli. Quizás no convencidos ni contentos, mucho menos orgullosos de votar a
un político que como gobernador ni siquiera jugo a hacerse el popular, y que
iba a los barrios solo a dar conferencias de prensa en medio de los siempre
violentos operativos policiales y que pocas veces se lo vio demostrando empatía
hacia los pobres. Recién en campaña y seguramente por recomendación de sus
asesores de marketing, montó un personaje al que no le molesta el olor de las
masas, un método que repiten y repetirán hasta el infinito de los tiempos todos
los políticos en la previa de una elección, cualquiera sea su procedencia de
partido.
La
historia no es lineal y miren si esta época no será políticamente novedosa que
hasta la derecha debe simularse y mostrarse populosa. Pero entonces si en los
barrios pobres la fórmula del PRO en su mayoría fue rechazada y los pobres
optaron por el peronismo representado por Scioli, ¿Por qué muchos eligieron
ante todo y como primera reacción enojarse con los pobres que según ellos
votaron mal? Y si así hubiese sido verdad que Macri haya sacado el 100% de los
votos en cada villa miseria ¿Cómo es que tan rápidamente esas multitudes que
hasta ayer eran hermanas hoy son consideradas enemigas? ¿Quiere decir que esa
aparente sensibilidad y empatía hacía la clase baja dependía solo de una
elección? ¿Qué detrás del envase de popular había una sospecha antropológica de
la capacidad intelectual de los pobres? ¿Como si tuvieran la certeza de que
estos están limitados neurológicamente a comprender los problemas sociales de
la realidad?
Es
tan ridículo nuestro catálogo racional, que los pobres siguen siendo tratados y
se siguen dejando tratar como bestias encontradas en la selva y traídas a la
ciudad, que poseen diversos rasgos humanos pero que necesitan por el bien común
ser controlados e higienizados moralmente, moldeados como hace un alfarero con
su jarro. Un barato material descartable que me sirven para reciclar como
objeto de discurso o como tesis para finalizar una carrera universitaria. La
derrota electoral fue la gran excusa para que muchos que usan el disfraz de
rebelde a donde van, puedan desahogar todo su racismo que venían tragándose por
conveniencia.
Resulta
intolerable la hipocresía de esos que ahora lloran por idénticos hechos que
antes veían pero callaban, son igual a los verdugos que denuncian esos que
actúan de abejas holgazanas que recién hace un rato lograron darse cuenta
de que la policía, la gendarmería o la prefectura reprimen e inundan de balazos
a los morochos villeros, incluido niños y ancianos. Cuando eso sucede en la
villas desde que tengo uso de razón y nací en el 89, ya viví acá bajo 4
gobiernos de expresiones políticas distintas; el neoliberalismo erótico,
carismático y polígamo o mal peronismo de Menem, el neoliberalismo
alianzistico hipnótico y aburrido de De La Rua, el neoliberalismo light,
magnánimo y romántico o “buen peronismo” de los Kirchner, y el neoliberalismo
fashion, resentido y eficaz actual de MM. Todos conciben
y concibieron a los barrios pobres como la prueba piloto
de los experimentos de la represión y el control social.Lo que
da vergüenza ajena es que muchos ahora se hagan los que lloran
por como son reprimidos los villeros y antes elegían callar y muchos hasta lo
negaban.
El
kirchnerismo fue y es completamente o en sus máximas figuras representativas
blanco-clase media y a diferencia del primer peronismo no cuenta con un bárbaro
mito fundacional. Néstor no fue proyectado como líder de masas por la barbarie
de los cabecitas negras descalzos en las fuentes de plaza de Mayo, ese grasoso
hecho simbólico que inaugura nada menos que una nueva era en la historia
argentina. Cuando fueron las elecciones del 2003 ya había pasado mucho tiempo
del argentinazo cacerolo-piquetero del 2001 y Néstor Kirchner no era ni
siquiera conocido por arriba en el imaginario popular, a diferencia de Perón
que en su cargo como Secretario de Trabajo fue tomando varias medidas a favor
de los trabajadores que le hicieron ir ganando la simpatía plebeya, sindical y
hasta de algunos anarquistas, numerosos en esos tiempos. Ya que tales políticas
eran toda una novedad para la historia del país, por primera vez el trabajador
empezaba a ser reivindicado y considerado sujeto con derechos. No se puede
negar los progresos materiales que conocieron la mayoría de los argentinos
durante esta última etapa, y todo aquel que se considera de izquierda debe
valorar la apertura de la memoria colectiva y la tolerancia institucional a que
se hable de los 70, fue gracias al kirchnerismo que se pudo sacar del sótano de
la tortura a lo que aconteció en esos años, sino aun la versión oficial
seguiría siendo la del manual kapeluz, que no mencionaba ni siquiera a los
desaparecidos, mucho menos al secuestro de bebes, o las violaciones y
mutilaciones sufridas hasta por muchos pre-adolecentes. Ningún pueblo que se
proclame civilizado puede esconder una barbarie y carnaval de muerte de tanta
magnitud como la sucedida entre 1976 y 1983, aunque sean muchos los que aun
justifican y hasta celebran las torturas y violaciones a jóvenes, que a veces
solo habían cometido el pecado no de leer a Marx sino El principito. Nadie
esconde el agradecimiento por todo lo bien hecho, pero si es en cuestión de
ideales los de estos años son muy diferentes a los sueños y a la ética de esa
generación dorada, que no conocía la fatiga y soñaba jamás burocratizarse. Al
kirchnerismo le faltó épica y mística, pero tampoco tenía con que construirlas,
pocos de los que hoy se nos ofrecen como líderes tienen una vida lejos de la
vulgaridad del lujo, al revés de esos votos de pobreza y humildad obligatorios
que tenían los setentistas. Hoy no hay líderes que despierten pasión, de la juventud
se ha hablado mucho, pero no hay figuras ni en el sindicalismo ni en los
grandes partidos que generen un estruendo emocional y conmuevan a las masas, no
se ven jóvenes cuadros políticos que hagan arder la fibra del campo popular. Y
no hay que confundir el aplauso obligado o anteponer en cada oración “Porque
Nestor y Cristina”, con los dispositivos orgánicos que reinaban en las
organizaciones de los 70, porque no todo verticalismo es igual ni tiene los
mismos objetivos.
Aquel
al que algo le duele lo injusto sabe apreciar que la famosa movilidad
ascendente es mejor que todo tipo de ajuste, que gente comiendo lo que quiera es mejor que personas comiendo lo que haya o no comiendo. Que es mejor
gente con trabajo a la desocupación masiva. Pero hasta el mejor peronismo sigue
siendo capitalismo. Y si hay capitalismo se reproduce una forma precisa de vida
que siempre hace querer más posesión de bienes, donde los pobres consiguen
empleo pero siempre dentro de un acotado repertorio de labores y donde se nos
obliga a convivir con una tabla de valores donde la competencia y la opulencia
no se cuestionan. Donde sea cual sea el estilo de gobierno se hace un uso
idéntico de la policía frente a los barrios pobres. El peronismo es el eterno
retorno del mismo orden económico y financiero pero camuflado, un capitalismo
camaleón, donde los dueños de la propiedad privada, los bancos y corporaciones
son los mismos de toda la vida, pero obligados a dar una limosna en la misa de
las masas. Y vale aclarar que el peronismo nunca mintió en eso, a muchos nos
gustaría creer que el peronismo es un movimiento popular pero cada vez queda
más en claro que es solo un conglomerado político funcional a la democracia
liberal, quizás en una época de la historia el solo nombrarlo atraía espíritus
libertarios, pero hoy lo que hay como grandes figuras que representan al
peronismo es una banda de monigotes feudales, amantes desbordados del dinero, y
bastante propensos a ejercer la mano dura en sus cargos como intendentes o
gobernadores. Tal queda evidenciado con la adhesión de la mayoría de los
gobernadores peronistas al famoso protocolo represivo anti piquetes de Patricia
Bulrich. O cuando escasos días posteriores a las elecciones se pudo escuchar a
uno de los grandes referentes del PRO, Federico Pinedo, decir “que el peronismo
iba ser muy importante para que ellos sostengan su gobernabilidad” es decir una
dialéctica hegeliana pura; la derecha no es “sin” el peronismo, el peronismo no
es “sin” la derecha.
Obviamente
pasaron muchas cosas en el medio entre el arresto de Perón, el 17 de Octubre de
1945, la formación del partido justicialista, etc y el hoy. Hubo miles de
muertos y desaparecidos. Y cuesta aceptar que esos ríos de sangre solo hayan
desembocado en el mar conservador que es lo que el peronismo terminó siendo
actualmente. Pero esa actualidad no es el simple resultado de hechos aislados
acontecidos solamente desde la recuperación de la democracia en adelante. El
que revisa la historia encuentra que desde sus principios el peronismo tiene
como emblema alcanzar el objetivo de generar una burguesía nacional a través
del fortalecimiento de la industria nacional, un país con “buenos patrones”,
“capitalistas de acá”, “Una patria de jefes civilizados”, que acompañen la
distribución de la riqueza, que aceptan el control de las importaciones, que
potencian el crecimiento del mercado interno, etc. Al peronismo y a los
peronistas les aterra la sola fotografía de una sociedad sin clases, y ese no
es el problema, cada partido con su doctrina, el problema es que nos quieran
imponer hoy al peronismo como el único canal posible de organización y
resistencia, porque entonces ¿quiénes serían la vanguardia iluminada, esa que
vive aunque sea un poco como grita en sus discursos? ¿Qué tiene que ver la
sensibilidad de un militante con el cristianismo policiaco de Scioli, Espinoza,
Urtubey, Gioja, Insfran, (por nombrar a los peronistas más famosos y
televisados) o ¿qué tiene que ver la disciplina de un militante que un sábado a
la mañana va a las villas conmovido a alfabetizar, con la cómoda silla de la
burocracia a la que se aferraron miles en estos últimos años?
Es
que el número de militantes reales, sensibles y coherentes, es insignificante
frente a la cantidad de seudos militantes que se meten en la política como si
lo hicieran a un partido de fútbol y como una carrera personal. Hoy lloran
porque el mercado cambió de gerente y sus pautas de convivencia, pero el dueño
del mercado siempre fue el mismo. El peronismo nunca se propuso alterar ningún
orden financiero, ya en sus raíces filosóficas no hay ni siquiera la sugerencia
de que en algún momento de la historia se debe abolir la comodidad en la que
vive tanto el pequeño-mediano y gran burgués, siempre a costa de la incomodidad
de los cabecitas negras. Maldecir al capitalismo ni siquiera es parte de su
simbología, salvo la frase de su marcha donde dice “combatiendo al capital”,
pero que en los hechos quedó claro que nunca lo combatió sino que con mucho
esfuerzo lo pasteurizó. Porque un mundo sin clases sociales implicaría mucha
demanda de subjetividad, mucho aporte real de cada sujeto con sus actos más que
con sus dichos, más trabajo artesanal que mental, mucha mano de obra física y
no tan cognitiva, y el pequeño o gran burgués, multiplicado a miles por el
peronismo (sabido es que es parte de su tragedia, incrementar la clase media
que luego lo sepulta para posteriormente exhumarlo y revivir el cadáver) sabe
trabajar a lo sumo con su cerebro, los trabajos que requieren esfuerzo físico
tienen dueños claros y si el burgués es bueno, como cuando es peronista, le
pagará a su siervo en blanco, y si no es peronista le pagará poco o nada, con
latigazo incluido y el esclavo hasta deberá agradecer.
Las
grandes opciones del menú político argentino producen acidez conservadora antes
de elegir el plato. Solo hay dos opciones en la carta; derecha moderada y
democrática, (Peronismo, Kirchnerismo) o derecha corajuda y atrevida
(PRO-Frente Renovador Gobiernos militares) y una vez que terminamos de comer
hay que decir que fue la comida más rica jamás saboreada. No hay bebida, no hay
postre, y la receta del comunismo que ni se mencione porque nadie sabe
cocinarla ni sabe cuáles son los ingredientes, porque es algo lógicamente
imposible y uno es abstracto, ridículo o resentido solo con invocar su leyenda,
porque según dicen es una idea muy linda desde la utopía aunque irrealizable en
la vida real. Yo prefiero vivir bajo el hechizo de una utopía irrealizable como
la del comunismo que conformarme con la utopía de las clases sociales conciliadas
y en armonía que propone el peronismo, que el rico siga feliz en su lugar, que
el pequeño burgués siga alquilando pero teniendo la herencia de la casita que
le dejan sus padres cuando se mueran, mientras los grasitas sean los que
transpiren y edifiquen las casitas que nunca habitaran, pero con vacaciones y
ART.
Cada
uno elige su sueño, yo con el mío duermo feliz y sin ayuda de la ciencia. Y
capitalistas somos todos, consumimos y estamos dentro de este sistema, pero
somos pocos los que estaríamos de acuerdo y preparados en despojarnos de la
comodidad para vivir en un mundo sin shoppings, donde no exista un palacio a
dos centímetros del hambre, donde haya que comer lo justo y necesario si es en
beneficio de erradicar tanta obscenidad en la desigualdad. Esas cosas que
implicarían la vida en comunismo, que un pobre por antonomasia ya sabe hacer y
ni que hablar alguien que estuvo preso, como quien escribe. Si uno mantiene el
capitalismo debe abstenerse a las consecuencias, que a veces son evidentes y en
otras ocasiones como durante el peronismo se ponen un velo. Porque está en la
naturaleza política misma del capitalismo y es necesario para su conservación
tener etapas de cierto progreso para las multitudes, con estable cantidad de
asalariados y salarios en alza, consumo para todos y todas, etc y otras etapas
donde la lógica es sálvese quien pueda y miles se sumergen en la miseria, para
luego otra vez retomar el sendero del progreso, a continuación regresar a la
quiebras de la industria nacional, y así sucesivamente hasta el abismo.
El
futuro será cada vez más conservador, si el cuasi reformismo del kirchnerismo
es el límite de todo el deseo y goce. Si tenemos que estar contentos con
aquellos que regocijándose en Keynes marcan la frontera para la ansiedad de querer
una sociedad organizada de otra manera. Muchos dicen que lloran por la
injusticia eterna que vive un obrero, un campesino, un minero, un vendedor
ambulante, etc. Pero solo por estrategia y agenda política y no por un amor
real, que trascienda al discurso o sea inmanente a él. Si realmente sintiéramos
lo que sienten esos cuerpos directamente otro sería el mundo.
El
kirchnerismo no quiso y no quiere dialogar con el sentido común, nunca le dio
importancia, en plena era del marketing y las redes sociales decidió aislarse y
negar interactuar con el ciudadano de a pie, cuando todos aconsejaban que
revise su estrategia comunicacional más recrudecía la soberbia, como si el
mismo kirchnerismo estuviera haciendo campaña para Macri. Aún hoy persisten en
ese criterio, en vez de salir a seducir gente, cuando nuestra sociedad es un
rebaño muy fácil de domar y domesticar, salen a insultar y humillar al votante
de Macri. Y acusando de ingratos a los ciudadanos que presentan algún tipo de
queja o crítica.
¿No
es llamativo como se le entregó con moño el manantial de la opinión pública al
que dice su eterno enemigo? Cuando (sería un gran chiste pero no lo es) el
grupo Clarín fue el que más millones de pesos recibió por parte del estado en
concepto de pauta oficial durante los gobiernos kirchneristas. No fueron la
negación ni lo contrario de la derecha como ahora se presentan, sino su rama
moderada, una derecha con buenos modales. Fue la trampa perfecta para cazar la
ferocidad ciudadana luego del argentinazo del 2001. Es una trampa, porque son
miles los jóvenes en toda la Argentina que hoy sienten una gran pasión
militante, que desborda emocionalmente y supera en esplendor a cualquier
político, pero toda esa energía es contenida y casi desperdiciada por las
grandes organizaciones dentro del kirchnerismo.
Hay
siglos de distancia entre el amor de un militante y la falsedad de todos esos
que se atrincheran en sus espacios de poder, así estos sean mínimos. Pero
tampoco hubo en estos últimos años unas bases militantes lo necesariamente
críticas con sus guías. En argentina hubo una movilización en la conciencia
popular casi irracional luego del 2001, la gente necesitaba canalizar broncas,
ideales, sueños, proyectarlos en algún espacio político y la aparición de
Nestor Kirchner y su comportamiento gubernamental absorbió esa energía
rápidamente. Hoy la situación es similar, hay más movilización y rechazo al
gobierno del PRO entre los ciudadanos comunes que entre los líderes
partidarios, o en todo caso es otra capa muscular la que se ve afectada y
demanda atención, porque el ciudadano común sufre las consecuencias de
cualquier política en su cotidianeidad material inmediata. Y ahora quienes
subestiman a las masas son el partido gobernante, creyendo que todos esos que
presentan quejas son militantes orgánicos y afiliados en su totalidad al
kirchnerismo.
En
los grandes medios se ha instalado que la sociedad emprendió un camino
irreversible hacia la derechización universal, que todo discurso progresista,
igualitario y humanista es cosa del pasado. No se equivocan, pero tampoco es
una verdad absoluta. Pueden tener argumentos de sobra al ver que la tendencia
en el mundo es el avance del control total de la población y que la doctrina
ultra reaccionaria se expande como en una nueva globalización y es aceptada
rápidamente por cada gobierno pero creer que la historia ya está escrita es no
haber leído lo escrito hasta ahora. El acontecimiento y la contingencia son dos
elementos claves de la historia, no toda la sociedad argentina se ha resignado a
ser de derecha, nadie creía 4 años atrás en el panorama actual, cuando Cristina
sacó el 54% de los votos y la segunda fórmula más votada fue la encabezada en
aquel momento por Hermes Binner, que al menos se identifica con el socialismo,
es decir que fueron elecciones donde la mayoría de los votantes se inclinaron
hacia fórmulas macro-progresistas, ¿por qué creer entonces que está garantizado
que el futuro será cada vez más fascista y la sociedad en cada elección solo
deberá elegir entre matices de la derecha? Porque no creer que solo se tratan
de “relevos” en palabras de Jean Baudrillard, que hacen las masas en cada
elección.
No
se puede decir que volvimos al 76, no se puede hablar de dictadura, eso es
insultar la memoria de los desaparecidos, es cagarse en su dolor, banalizar y
ridiculizar la lucha de esos años. ¿O acaso duele lo mismo que te echen de un
puesto muchas veces esencialmente burocrático en el estado a que te torturen
horas y horas para luego arrojarte vivo al mar? Pero hay una diferencia fundamental
y es que en ese periodo tan oscuro no existían las redes sociales, un elemento
que ha cambiado el transcurso de la historia humana, hoy la información ya no
es monopólica, cada medida tomada por un gobierno es juzgada por un gigante
tribunal civil, llamado Facebook o twitter. Todas las medidas tomadas por
Martínez de Hoz o Cavallo, todas las muertes durante la dictadura o el gobierno
de Menem pasaban desapercibidas, y muchos años después recién nos pudimos
enterar cuales eran los planes económicos ejecutados, a diferencia de hoy,
donde cada medida toma conocimiento público y es súper difundida en cuestión de
segundos.
Desde
los grandes medios y desde los grandes partidos buscan persuadirnos de que la
realidad política está predeterminada, que el bienestar se alcanza obedeciendo
al programa patronal y que no queda otra. Y si bien el kirchnerismo ni siquiera
tiene un discurso anticapitalista y cree en los modos de producción del
capitalismo, para la mayoría de los argentinos algunas de sus medidas de tono igualitario
fueron más que motivo suficiente como para no votarlos nuevamente y permitir la
revancha vigente.
Las
discusiones principales en cuestiones de política coyuntural siempre deberían
resolverse con soluciones del centro hacia la izquierda, porque allí siempre
habrá más dinámica, compasión y solidaridad, la derecha es conocida por su
canibalismo e inmovilidad, por eso nadie le cree cuando baila, pero pareciera
que lo máximo que está dispuesta a soportar la sociedad argentina es un
derechoso centro. No solo los grandes medios, históricamente y mundialmente
símbolos de la derecha conspiran y trabajan por una sociedad horrible, sino
también todos aquellos que se autodenominan de izquierda y que piensan que los
pobres no pueden intervenir en política sino es a través de voceros, que creen
que los pobres son incapaces de pensar y representarse solos. Aquellos que bajo
una remera de Evita o del Che tienen un enano fascista muy bien escondido, y
que supuestamente son los que liberaran la patria y nos llevaran a la victoria.
Tampoco
esta crítica se sostiene en la ingenuidad de afirmar que en las villas o en las
poblaciones conurbanas hoy pasa algo grande en lo político, por lo cual resulta
doblemente cruel la postura de subestimar y burlarse del pueblo villero. El
villero tampoco pelea mucho por representarse, la cumbre de la felicidad es
tener un tutor que le deje poner su nombre en una revista progre. A los
villeros vienen unas personas de afuera, le pintan las paredes con los rostros
de ciertos próceres revolucionarios que en la villa casi nadie conoce, se sube
la foto a Facebook de la jornada muralista y ya pareciera que en las villas hay
una “re movida”. Cuando lo verdadero, lo original, lo novedoso, lo justo y lo
coherente sería pintar también rostros de villeros muertos, sean trabajadores o
pibes chorros, rostros de personas que pertenecieron a ese hábitat. Lo distinto
sería leer y que nos dejen escuchar el real dialecto que hay en las villas y no
que se anule a ese lunfardo desde una moral infantil que no deja al villero
hablar como quiere porque “hay que hablar bien” y el villero “habla mal”.
Aunque ciertos valores de convivencia comunitaria aún se conservan en las
villas, aunque todavía sobreviven ciertas dosis de compañerismo, en los últimos
años hubo un cambio de paradigma y aquellos vecinos que en el pasado trataban
de ayudar a los pibes perdidos en la droga o en la violencia, hoy abrazan con
llamativa furia los discursos más insensibles y monstruosos sobre los pibes,
repitiendo el pedido de la clase media; “que los maten no sin antes
torturarlos”. Incluso hasta festejando cuando muere un pibe, que podría ser su
propio hijo. Y en eso tuvo mucho que ver la filosofía peronista de sacralizar
la fábrica y ofrecerla junto a la obra en construcción como máximo paraíso
posible para el villero, de ahí resulta que el albañil y el obrero, con el
cuerpo explotado y doblado odie y deteste más a los pibes chorros que a quien
lo explota por migajas.
“¿Por
qué siguen robando si creamos 5 millones de puesto de trabajo y les dimos un
montón de cosas? “Entiendo que roben en los 90 cuando había hambre pero no hoy
que hay trabajo”, han sido frases que he escuchado decir a grandes cuadros del
kirchnerismo. Y una de las grandes parodias de esta época fue escuchar en los
medios que el kirchnerismo era condescendiente con los pibes chorros, que
inundó todos los tribunales de garantismo, que casi negaba ser a la policía,
cuando hasta las estadísticas oficiales exhiben un incremento exponencial y
descomunal de los casos de gatillos fáciles o “muertes en enfrentamientos”, de
los “suicidios en comisarías” y ni hablar del hacinamiento en las cárceles. Y
si es verdad que aumentó la delincuencia durante la década ganada, como decía
Foucalt, justamente sobre cuando se habla si aumenta año tras años la cantidad
de delincuentes; “Es un hecho que nunca se ha podido comprobar con rigurosidad
estadística”. Pero sin embargo según los grandes medios pareciera que el
kirchnerismo era casi anárquico y fomentador de los pibes chorros, pero la realidad
es que acribilló a miles y cuasi-militarizó muchas villas. Se podía escribir
uno o varios libros enteros sobre el accionar horroroso que tuvieron las
fuerzas de seguridad en las villas durante el kirchnerismo, llegando a abusos
extremos, torturas y violencia de género explícita hacia niñas y pre
adolescentes inclusive. Hasta reemplazaron el término represión por uno más
suave "Violencia institucional", para que no quede en la conciencia
popular que el kirchnerismo reprimía.
“No
existen los gobiernos de izquierda” decía Deleuze, entonces ¿De dónde nace esa
extraña necesidad de obligarnos a creer que el kirchnerismo o los peronismos
fueron gobiernos de izquierdas? Mi versión es porque la sociedad argentina a
pesar de tanta carnicería a lo largo de su historia mantiene una chispa de
insubordinación, que a veces se hace llama y otras veces ceniza. Hay personas
que se han esforzado por mantener vivo a los mártires emancipadores, y aunque
la cantidad de argentinos que reivindica ciertas luchas sea escasa, es garantía
de futuro, es semilla arrojada en tierra fértil. Si el kirchnerismo no sabe
interpretar esa rabia lo harán otros movimientos, y si trabaja para ser solo un
mero partido más de la rancia y putrefacta democracia capitalista, serán sus
mismos militantes los que romperán los cercos y portones y se fugaran hacia
otras expresiones más valientes. Porque hay durmiendo en la sociedad desde hace
tiempo otra fuerza y propuesta diferente a todo lo visto, una potencia que no
va a conformarse, que se vio seducida por el kirchnerismo, ya que venía de
décadas de desilusiones, fracasos, derrotas y resignaciones y ¿quién no
necesita aferrarse a algo cuando en apariencia comparte nuestras utopías? Pero
estamos ante la primer gran prueba que tiene ese espacio político que contuvo y
sembró la esperanza en tantos para ver si realmente es un proyecto popular,
para ver hasta donde se anima a resistir, hasta donde cede en el congreso, con
cuanta pasión defiende a los desocupados, cuanto repite o contradice lo que
imponga la agenda mediática, si trabajará para fortalecer y dejar radiante a la
democracia capitalista o si se atreve aunque sea a cuestionarla. Si deja que
sus militantes por lo menos obtengan el permiso para usar la imaginación y
crear novedades y no recrear o simplemente hacer remakes de películas antiguas.
Porque
el kirchnerismo fue uno de los perfeccionistas en esa derechización de la
sociedad, no salió a interpelar nunca firmemente a los discursos reaccionarios
sino que los incorporó a su gobierno, muchos reaccionarios fueron ministros y
parte del gobierno saliente. Cuando prometió profundizar fue cuando más se
volvió conservador, cuando más apoyo tuvo de la gente para tomar medidas
arriesgadas en favor de las masas, fue cuando devaluó y estancó la economía.
Fueron años donde nos obligaron a aceptar al kirchnerismo como la cúspide de
las ideas de izquierda, cuando en todos sus grandes referentes el modo de vida
es igual al de la “gente de derecha”, se visten, hablan y comen en los mismos
lugares. Tampoco pido esa puesta en escena de pobreza a lo Pepe Mujica, no me
interesa que el presidente sea hippie sino le toca el culo a las
multinacionales, sino saca leyes que generen igualdades. La década ganada
fueron tiempos de una compleja ambigüedad, donde convivieron en la misma casa
algunos ideales socialistas con oligarcas clásicos y eclesiásticos, durmiendo
en la misma cama el que piensa en asistir y el que piensa en reprimir, tanta
pluralidad que nadie sabe bien que piensa el kirchnerismo. Una ensalada de
farsas y posturas que algunos llamaron transversalidad o frente, y ahí tienen
los resultados, ni 3 meses de la derrota y cada vez son menos los que se
reivindican kirchneristas.