Contracoherencia micropolítica // Diego Sztulwark
El odio fascista llegó a ser en su
tiempo estetizante y suicida, un deseo de movilización total para una
conflagración sin transformación en la que el fin era la propia muerte.
El fascismo de hoy, fascismo del
último hombre, carente de toda voluntad, ya no es lo que era. Se trata de una
epidemia propiamente neoliberal que ataca a poblaciones aterrorizadas por la
diferencia vivida como amenaza de las jerarquias en nombre de las cuales se
está dispuesto a matar y se mata. No es creíble oponer el Amor a tal Odio, como
ocurre en ciertas iglesias (las pasiones con mayúscula se convierten en
términos trascendentes, teológicos). El odio como el amor son ambas pasiones
igualmente necesarias y dependientes entre sí. Sin ellas los cuerpos quedan
desposeídos de los medios para su reconocimiento. ¿O no hay acaso odios
absolutamente necesarios, que alimentan rechazos vitales? ¿Y desde cuando los
amores que cuentan se dirigen al cielo y no a naturalezas bien concretas?.
La puesta de Silvio Lang musicaliza,
canta y baila la trivialidad asesina, la desensibilización general que crece
entre nosotros. "Diarios del odio" debe ser otra cosa que
autocomplacencia sobradora para conciencias progresistas. Es parte de un
programa de investigación militante sobre los modos del goce de las imágenes
del crimen con que lo neoliberal crece entre los adoquines. Desentrañar ese
tejido, resistirlo al nivel de los ritmos y las fibras es la base de una
contracoherencia desafiante, micropolítica, a la altura de la amenaza que
sufrimos.
[fuente: http://campodepracticasescenicas.blogspot.com.ar/]