"El capitalismo no necesita de la democracia". Entrevista a Maurizio Lazzarato


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El filósofo italiano realiza una profunda crítica del sistema capitalista, al que define como esencialmente financiero, además de caracterizarlo de bélico, sexista y racista.

No muchas personas se enteraron, pero la semana pasada estuvo en Córdoba uno de los filósofos anticapitalistas más críticos y radicales del pensamiento político actual. Maurizio Lazzarato es autor de algunos libros fundamentales para entender el entramado ideológico, histórico, económico y cultural que está en la base de la crisis mundial que empezó en 2008 y que no se sabe muy bien cuándo y cómo va a terminar.

Esos libros son La fábrica del hombre endeudadoGobernar a través de la deuda, y el último, escrito junto con Eric Alliez y aún no traducido al español, Guerres et Capital (Guerras y Capital). A partir de la idea de que el capitalismo es esencialmente financiero, postula que la deuda sirve para disciplinar a las personas, pues no se trata sólo de un problema contable sino que tiene una dimensión más profunda, en la que convergen elementos morales, políticos y estratégicos.

La dimensión mundial de las finanzas, explica, impone una generalización del crédito. Antes, hace un siglo, sólo las empresas accedían a la financiación, mientras que la gente vivía de su salario. Pero en la actualidad hay créditos para todo: consumo, educación, etcétera. Esa deuda organiza la subjetividad. El crédito contiene el compromiso implícito de pagar. La persona queda condicionada por la deuda. Si alguien tiene un crédito a 30 años, su vida va a estar organizada por ese crédito.

Así, la relación acreedor-deudor pasa a ser fundamental en un mundo donde el neoliberalismo ha convertido a la clásica lucha de clases entre el proletariado y el capital en una guerra asimétrica, donde rigen las finanzas y el poder del crédito. En ese escenario, los trabajadores quedan completamente marginados como fuerza política transformadora. No es que no existan, no es que carezcan de una existencia sociológica y económica. El problema, señala Lazzarato, es que con "las finanzas y el crédito, el capital siempre está a la ofensiva", mientras que con el eje capital-trabajo, "lo que queda del movimiento obrero siempre está a la defensiva" y es derrotado una y otra vez.

Lazzarato vino a Córdoba invitado por el Seminario de Pensamiento Político Crítico de la nueva Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Ofreció una conferencia abierta, titulada "La condición neoliberal", y al día siguiente tuvo un encuentro más acotado con profesores y estudiantes del seminario que se desarrolló como un diálogo, en la sede la Universidad Nacional de Villa María en Córdoba. Por razones de tiempo y de salud, no fue posible acceder a una entrevista personal, pero sí estar presente en las dos charlas y plantear algunas preguntas junto con los demas asistentes.

-¿Se puede pensar la deuda en un sentido positivo?

-Tal vez en otro sistema. En el capítalismo es imposible. La deuda es la guerra. En otros sistemas, tal vez el crédito puede ser pensado positivamente. El arma estratégica del capitalismo es la deuda. Se trata de un arma estratégica, no sólo económica. No se puede pensar el capitalismo sólo en términos económicos. No es sólo producción también es poder. La deuda es el elemento a través del cual se crean no sólo las condiciones de la explotación sino también las de la subordinación política. Para la ideología liberal, el crédito permite anticipar los costos, el futuro; pero lo cierto es que la deuda sólo ha producido catástrofes.

Alianza con el Estado

Para Lazzarato la crisis mundial de la deuda viene a probar la tesis de que el capitalismo nunca fue liberal sino siempre capitalismo de Estado. Afirma que, durante las crisis, los neoliberales no tratan de gobernar lo menos posible sino de gobernar hasta el detalle más mínimo, y en ese sentido en vez de articular la libertad del mercado con el Estado de derecho, lo que hacen es debilitar la ya débil democracia. Donald Trump y los neofascismos europeos son un claro ejemplo de esa tendencia. Pero también los populismos caen bajo sospecha, ya que incurren en distintas formas de nacionalismo y no tiene en cuenta la dimensión internacional del capitalismo.

-¿Cómo se articula el capitalismo con la democracia?

En realidad, la democracia de origen liberal, como se la conoce en Inglaterra y en Estados Unidos, es una democracia republicana que es una democracia de la patronal, de la clase propietaria. La democracia de los derechos nació en el siglo XVIII y no fue construida por el capitalismo sino por los movimientos políticos que lograron el sufragio universal, la libertad de expresión, libertad de organización gremial, etcétera. Se trata de conquistas de movimientos políticos y obreros, no una concesión del capitalismo. Todo lo contrario: el capitalismo ha tratado de restringir esos derechos y ha tardado en reconocerlos.

-¿Se trata de una relación de conveniencia, entonces, en el mejor de los casos?

-La tendencia del neoliberalismo es que cuando el movimiento obrero se hace más débil, la democracia se vuelve más débil. Y eso se aplica a todos los movimientos de oposición. Cuando se debilitan, la democracia desaparece. El capitalismo no necesita de la democracia. La China es un ejemplo rampante, gobierna un capitalismo de una tasa de productividad enorme sin necesidad de democracia. La democracia es algo que se le impuso al capitalismo, no algo que surge de él.

-Usted señala que el neofascismo es una parte integrante del capitalismo, pero desde el punto de vista mercantil, ¿las sociedades cerradas no atentan contra la lógica del mercado?

–Ese es el punto de vista economicista. Antes de la Primera Guerra Mundial, se decía que la guerra sería imposible porque había demasiado intercambio entre los países, de modo que se pensaba que no habría más guerras. Sin embargo, vinieron dos guerras mundiales. En la Argentina en los años 1970, el capital financiero destruyó la industria nacional, por cuestiones políticas, como también ocurrió en Europa, por cierto. Debido a que la industria es un centro de reconstitución y concentración política, es susceptible de ser destruida, aunque implique verdaderos problemas económicos. Nunca la humanidad vivió bajo un modo de producción que produjo tantos muertos como el capitalismo. Sesenta millones de muertos en las dos guerras. Por otra parte, la guerra también es una forma de economía, no va a pérdida, tiene una función económica precisa. Cuando el capitalismo está en riesgo, recurre a la guerra, sin dudas.

Después de Marx

Si bien reconoce la magnitud del pensamiento del autor de El capital, Lazzarato no deja de señalar las falencias de Karl Marx y del marxismo en sus análisis del capitalismo. Entre las fallas más importantes apunta el hecho de que se han concentrado demasiado en la producción y el trabajo y no en las finanzas.

Según el autor de La fábrica del hombre endeudado, la lectura marxista del capitalismo entró en crisis en los años 1950 y 1960, porque aparecieron sujetos políticos que el marxismo no había tenido en cuenta: el movimiento feminista y los movimientos anticolonialistas, por ejemplo. Por eso rescata a pensadores y activistas como la feminista italiana Carla Lonzi, autora de Escupamos sobre Hegel, y Frantz Fanon, autor de Los condenados de la tierra, quienes sostienen que en la relación hombre-mujer y colonizador-colonizado, la dialéctica del amo y el esclavo no funciona.

"Hay dos cosas que el marxismo no comprendió: las guerras mundiales y los movimientos rebeldes de 1968", observa Lazzarato. "Son acontecimientos fundamentales del siglo 20. La Primera Guerra Mundial es importantísima, porque por primera vez toda la sociedad fue integrada a la producción, pero en la producción para la destrucción. El trabajo, la técnica, la ciencia, que debían ser las fuerzas productivas emancipatorias de la humanidad, se convirtieron en elementos de destrucción de la humanidad".

–¿Cuáles son las opciones téoricas y políticas al marxismo?

No existe una teoría fuerte que reemplace al marxismo. Los años 1960 y 1970 son interesantes a nivel teórico: Michel Foucault, Gilles Deleuze, Felix Guattari, pero estos pensadores trazan una parábola que va desde el compromiso político, al principio, a una forma estética, al final. Se pasa de la política a la estética y eso debilita mucho el pensamiento desde el punto de vista de la resistencia al sistema y de su posible transformación. En cambio, Lenin dio un gran salto respecto de Marx en relación con la revolución. Lenin toma en consideración la guerra. Todos aquellos que hicieron la revolución durante el siglo 20 tuvieron en cuenta el problema de la guerra. Sin la guerra, no se hace la revolución, al menos hasta fines de los años 1950. El marxismo estaba mucho más ligado a la dimensión económica del capitalismo, pero el capitalismo no es sólo economía. En el capitalismo, siempre hay que tener en cuenta el punto de vista económico y el punto de vista estratégico al mismo tiempo. Muchas teorías de los años 1960 y 1970 fueron construidas como si la guerra ya no existiera, como si las guerras no hubieran existido.

La guerra, precisamente, es el tema del último libro de Lazzarato (Guerres et Capital), coescrito con Alliez. Allí ambos autores se proponen leer la historia del capitalismo bajo la famosa fórmula invertida de Von Clausewitz (en vez de "la guerra es la continuación de la política por otros medios", "la política es la continuación de la guerra por otros medios").

En el prólogo, afirman: "El capitalismo y el liberalismo llevan las guerras en su interior como la nubes llevan la tormenta. Si las finanzas de fines del siglo 19 y principios del siglo 20 derivan en la guerra total y en la Revolución Rusa, en la crisis de 1929 y en las guerras civiles europeas, las finanzas actuales orientan la guerra civil global rigiendo todas sus polarizaciones".

En ese sentido, el diagnóstico sobre el presente es que tras la expansión planetaria del capitalismo durante los años 1980, cuyas figuras representativas nivel político fueron Margaret Thatcher y Ronald Reagan, le ha sucedido en el nuevo siglo un movimiento de reflujo caracterizado por el racismos, el nacionalismo, el sexismo y la xenofobia de personajes como Donald Trump que, según Lazzarato, ya están en el espíritu de todos los nuevos fascismos.