Olvido y connivencia en el “campo psi porteño”. Un Pueblo luchando contra la impunidad para los genocidas // Gabriel Rodríguez Varela


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(un Dr. Psicoanalista hablando de “la función del dinero en psicoanálisis”)

“Prolongamos la palabra de aquellos que la perdieron por haberla dicho, o porque sus actos desbarataban realmente el decurso –no el discurso- del poder” L. Rozitchner.
Partimos de lo siguiente: el artículo del Dr. Lutereau publicado en Página 12 el 04/05/2017 (“Mi analista me ama. La función del dinero en psicoanálisis”) resulta un índice sintomático del estado de situación en lo que llamaríamos “campo psi porteño” –la delimitación geográfica responde simplemente al intento de evitar generalizaciones berretas; posibles excesos de “porteñocentrismo”-.
“Un toque” de historia.  Digámoslo: el “campo psi porteño” vio apoltronarse en sus altares académicos e institucionales, terror genocida mediante –picanas, desapariciones, exilios y  muertes-, todo ese “chamullo” metafísico del significante que aún hasta nuestros días regula los quehaceres en dicho espacio social e histórico. Ni olvido, ni perdón: la implantación del lacanismo como discurso  hegemónico en el “campo psi porteño” exigió de la Dictadura Genocida de los Videlas y los Blaquieres; de los Etchecolatz, y todos los hijos/as de puta –la precisión en este punto es indispensable- que completaran algún día, en eso estamos, la serie. En otras palabras: el lacanismo se sirvió de los “mandados de clase” de los milicos. Mientras borraban del mapa (muchas veces sic. lit.) las voces críticas a “Su Causa Freudiana”: ello/as mutis (silencio cómplice y Metafísica). Silencio cómplice para defender una “Lucha” que es la suya (“La Lucha” por la supervivencia de “El Psicoanálisis”) y que no es la nuestra. La nuestra es “Memoria, Verdad y Justicia”.
Las voces críticas a su discursillo a/histórico, a/político y despótico, ya no estaban para alzarse indignadas ante tamaña impostura. “No estaban ni vivos, ni muertos…”. (hay que escuchar el desprecio con el que los/as Psicoanalistas, aún hoy, al tiempo que hacen gala de un “anti-capitalismo” todo terreno, se refieren a los movimientos populares). He de allí que el lacanismo,  al menos en el “campo psi porteño” – retomando la prudencia de origen-, se implantó cual portador de Verdad sin discutir nada o casi nada de los postulados fundantes de su cuerpo teórico; ni de los “efectos”/límites prácticos (no praxis) a los que este podría inducir; ni de las condiciones histórico sociales que posibilitaron su advenimiento como dogma/doxa del campo. (Quienes podrían criticar: “No estaban ni vivos, ni muertos”).
Y después de aquello… La cantinela que retumba hasta nuestros días: “Como dice Lacan…. a las unas, a las dos, y a las tres: Amén”.
Parafraseando a León, hay una historia de rebeldías y terror genocida (también de connivencia), de lucha a muerte y derrota, de la que no se habla; de la que está prohibido hablar (¿desaparecida?). Hay vencedores y vencidos en la conformación del estado de situación actual del “campo psi porteño”. Y es ahí que se nos viene la pregunta: ¿es posible asumirse hoy día “Psicoanalista” –engendro de ese campo- sin desconocer esa historia? O por el contrario, la investidura identitaria de “sabedor/a ducho del inconsciente” exige ser artífice (cómplice) de ese “olvido”.  Al parecer, son férreas las condiciones que el poder nos impone para mantenernos con vida  (“la exclusión social”: el fantasma que late en el silencio cómplice).
La precisión es sutil y no hay que ser injustos.  En el “campo psi porteño”  también hay trincheras de resistencia, e incluso dentro del lacanismo no todos/as se muestran tan cómodos con las imposturas y el olvido de “El Movimiento”. No obstante, el campo perceptivo engendrado desde aquel entonces, devenido doxa/dogma del espacio social e histórico en cuestión, aún lleva consigo las marcas del Terror; de la derrota y sus límites (a modo de corolario: basta darse una vueltita por la Facultad de Psicología de la UBA). Los individualismos burgueses “camuflados” de apuesta subversiva por la emergencia de un singular irreverente ante la voracidad masificante de El Capital; la prevalencia como índice de verdad de un Idealismo Hegeliano de saldo en desmedro de la experiencia corpórea/sensible (¿desaparecida?); el despotismo ilustrado del Dr. Lacan como modelo humano –identificatorio-; una misógina “estructural” (o machismo genocida, si se prefiere) ahora, y en buena hora, mostrando indicios de reformulación crítica, tal vez: en vistas a mejorar la oferta de la empresa para ajustarse a las necesidades “morales” de sus consumidores progres; una voluntad de patíbulo profetizada por su discurso para con “Las Madres”, cuando aquí, en nuestra tierra, son precisamente ellas, “Las Madres” (y no el fachirulo excéntrico de Lacan), la tierra fértil en donde rebrotan atisbos de vida digna; todo eso…. Y mucho más, como por ejemplo: el hecho de que un encumbrado Dr. Psicoanalista pueda hablar/escribir/publicar sin pudor sobre un tema tan pero tan banal y trivial, tan mezquino; tan distante del drama nacional, como lo es el tema de “la función del dinero en psicoanálisis”,  mientras lo que está en juego entre nosotros/as es la impunidad del genocidio; la Memoria, la Verdad y la Justica; todo eso, y mucho más de lo mismo: parecería no poder explicarse, en su volverse dogma/doxa, “sentido común psi” y no insoportable experiencia de lo indignante, sin el olvido (silencio cómplice) de aquella connivencia inicial entre el insipiente lacanismo argento y el terror genocida.